Carrusel / Entre voces / No. 216

Entre broma y broma...





Punto de partida entrevistó a un Pug muy peculiar, editor de la revista digital inverösímil, y a su colaborador, el Tío Gachupín. Para esta edición de Entre Voces conversamos sobre la necesidad de una revista de arte en un contexto contemporáneo. Los proyectos asociados inverösímil y Museo de Artes (müda) son parte de la segunda generación del programa de acompañamiento de Piso 16. Laboratorio de Iniciativas Culturales UNAM.


¿Cómo describirían este proyecto?

Pug: inverösímil es arte, crítica, cotidianidad y queso Oaxaca porque son mis favs.

Tío Gachupín: Hace seis años, más o menos, queríamos hacer una revista súper intelectual en la que escribieran historiadores y filósofos. ¡Tenía un nombre malísimo! Sujeto y desconsuelo. Era como si Martha Debayle en lugar de Revista Moi le hubiera puesto Exhibicionismo y posmodernidad capitalista. Después, al Pug se le ocurrió inverösímil, porque la vida a veces es así: inverosímil, y con el tiempo ha cobrado más sentido. Cuando retomamos el proyecto pensamos más en el arte, en lo cotidiano y en una relación crítica. inverösímil ha tomado forma a partir de los artistas, nos hemos construido desde sus colaboraciones; si hubieran llegado otros, quizá habríamos tenido otro camino.

Normalmente una revista inicia con un texto editorial. inverösímil tiene en su lugar un manifiesto escrito y audible. ¿Qué hay detrás de este formato?

P: A veces el lector no está tan interesado en el arte, y cuando se topa con la editorial puede darle flojera leerla. Elegimos los audios porque queríamos algo más lúdico. Un manifiesto es más como el movimiento, no es lo mismo ver cumbia que bailarla. Con los manifiestos intentamos atrapar al lector, generar una conexión más íntima; no sólo es una cuestión de innovar, queremos que pueda escucharlo si está haciendo otras cosas; si está caminando y lo escucha, a lo mejor le genera otra perspectiva de la ciudad o de su entorno. La experiencia cambia si caminas en Naucalpan escuchando el manifiesto sobre el dolor, pega distinto en las emociones.

inverösímil no parece una plataforma de difusión ni de "crítica de arte", en el sentido más tradicional, académico y mercantil de la palabra.¿Qué tipo de revista es?

P: Nuestra intención tiene que ver mucho con la idea de lo nómada. Nos gusta la cuestión del movimiento, de no quedarse en un lugar. A veces dudamos de que nuestra revista sea en realidad una revista, pero queremos que se construya a través de la experiencia humana particular, de la sensibilidad.

TG: Intentamos hacer un puente, pero inverösímil no es para la gente "educada" o "fifí", sino para cualquier persona. Nos interesa más atraer gente que normalmente diría que no le gusta el arte. Es decir, si la ven quienes de por sí les gusta, está padre y la van a disfrutar porque curamos cosas interesantes. Pero al final lo que hacemos no es para ellos, sino para quienes se han enfrentado con obras o exposiciones que inmediatamente ponen una barrera, que si no saben del tema o el género se sienten discriminados por el arte mismo.

En su manifiesto retoman el valor de la crítica como algo esencial para la libertad y el arte.¿Cómo ponen en práctica la crítica?

P: La crítica es la pug cam, la editor cam; es el perrito que mira para todos lados y no sólo hacia adelante y hacia atrás, que se distrae fácilmente del camino y gracias a eso puede ver desde otra perspectiva. Desde ahí se pueden ver cosas que no se creerían: inverosímiles pero reales. Ése es el valor de la crítica, pero yo intento que nuestros seguidores no se den cuenta de que hacemos crítica porque nos encasillarían en conceptos… Así que no publiques esta parte.

TG: Buscamos situarnos donde no se nos esperaría: en lo cotidiano, porque puede ser que esto genere una experiencia más significativa que ir a una sala de conciertos el sábado por la tarde; elegimos temas inesperados para entrar en una especie de contradiscurso. Buscamos desacralizar. Desde ahí es que intentamos hacer una relación entre la experiencia cotidiana y el arte: ésa es nuestra premisa.

¿Cómo generan esa cercanía entre los artistas y el público?

P: Mmmm, ¿me repites la pregunta? Es que estaba viendo unas fotos de Kardashian y me distraje. Así es esta revista: todo entra, la cosa es hacerlo visible.

TG: Lo que nosotros hacemos, a través del editor, es hacer digerible el texto artístico. El Pug a veces es muy corriente, irreverente o presumido; puede tomar la forma que sea indistintamente. La gente se le acerca mucho y, a través de él, a la obra de arte; ha funcionado como un catalizador. Además es un tío desesperado por ser famoso, un influencer cultural, dice él, y a la gente le gusta eso, así que decidimos entrar a la cocina y devorar día a día contenidos de arte relacionados con lo cotidiano, es decir, hacer del arte un consumo diario. Algunos podrían decir que éste no es un lugar para el arte, pero nosotros pensamos que hay que intentarlo. El arte no es simple, pero tampoco es complejo: al menos no todo. Queremos competir contra Yuya o como se llame, que lo vea la gente que no vive en la nube artística.

Sobre los temas de cada número: ¿se conectan entre sí? ¿Cómo los eligen?

P: Pues… —Pug piensa mientras lame sus patitas—. La verdad es que lo hacemos veganamente, elegimos los temas con el miedo de no herir a las bestias humanas. La neta, desde que me puse a estudiar para ser editor comencé a ver temas que están allí en nuestro día a día, son cosas que platico con mis amigos en fiestitas. Los elegimos porque nos afectan, porque nos rodean.

TG: Ésa es la onda que tiene la revista. Buscamos ver las prácticas del día a día de la gente, buscamos en las experiencias que vivimos. Hablamos de lo que está en boga y nos gustaría proponerles a los artistas y al público que exploraran de otra manera y en conjunto. También elegimos temas que no están de moda y que son más casuales. Una vez se me ocurrió “Naturaleza”, lo más vegano del mundo.

¿Creen que el Arte con mayúscula, el de los museos, desencantó a las generaciones contemporáneas?

P: Creo que hemos ido menoscabando (escuché esa palabra hoy con Martha Debayle) la utilidad que tienen las sensaciones a la hora de aproximarse a la obra. Cuando veo al perrito de Jeff Koons me dan ganas de orinarme en él. Desafortunadamente no puedo porque los guardias me arrestarían.

El mercado del arte se ha complejizado y polarizado. ¿Podríamos decir que vivir del arte es inverosímil? ¿Cómo se insertan ustedes en la situación actual?

P: Algo que he encontrado es que los artistas tienen que apropiarse y confiar en sus creaciones. Sólo así pueden ir saliendo. Parte del problema es que las universidades enseñan cierto marco de cómo es o debe ser el arte. A nosotros, no haber estudiado artes nos da mucha libertad (yo estudié Bussines Managment en Harvard); estudiamos cosas completamente distintas y hemos aprendido desde afuera.

TG: Hablando un poco más de negocios, nosotros estamos creando un modelo de alianzas con galerías o instituciones, para que mediante la exposición en la revista consigan un espacio para hacer talleres, promocionar su obra o venderla, quizá no la obra original, pero sí prints o ediciones limitadas. Así, tanto el artista como nosotros comenzamos a generar nuestro propio dinero. A mí me parece, aunque con esta afirmación perdamos 1 000 seguidores, que a veces el artista es un poco flojo, está esperando a que las cosas le pasen.

En su sitio web se puede acceder a un museo virtual, ¿de qué se trata?

P: Eso que te lo cuente el Tío Gachupín porque es su proyecto, lo inició desde que vivía en Islas Canarias.

TG: El proyecto müda (Museo de Arte) es un proyecto que parte de la pregunta: ¿cuál es la función del museo de arte actual? No de los museos de otros géneros. A mí me parece que un museo así es una contradicción importante: habla de la naturaleza del arte actual en un contexto donde en el museo el arte sea para consumo y entretenimiento, un producto dentro de un sistema, etcétera. Nosotros defendemos que hay otra posibilidad para el arte. En ese sentido pensamos que un museo de arte actual, si es que debe existir, tendría que estar en las prácticas contemporáneas de la gente y no sólo de los artistas; en formatos actuales que llamen la atención. Porque a un museo siempre van los mismos: acarreados, como alumnos en excursión, o los que aprecian el arte, nada más. Gran parte de la historia del arte corresponde a las iglesias porque la religión era muy importante, la obra tenía que estar donde influyera en las personas. Ahora que la religión no tiene la misma importancia y que, por ejemplo, las democracias viven estas formas de espacios públicos de comunidad, parece que el arte, o al menos lo que entendemos como arte, debería manifestarse en esos espacios. müda es como un circo contemporáneo: la idea es desplazarnos e intentar conectar con la gente, hacer proyectos itinerantes e intervenir espacios. Si la gente responde, bien; y si no, no pasa nada.

¿Cuál les gustaría que fuera el impacto de inverösímil?

P: Que lo lean prros como yo, sin futuro en este mundo capitalista, postneoliberal, gobernado en el futuro por millenials; que la raza pueda hablar de otras cosas además de chisme y política, que pa'l caso es lo mismo. Que vean a los prrones artistas que están esperando una oportunidad.

TG: Si pudiéramos cambiar algo, sería proponerle a la gente que hay otra forma de vida además del sedentarismo, entendido en muchos sentidos: aferrarte a un trabajo, a una casa, a bienes, a un sueldo... El sedentarismo no sólo tiene que ver con una forma de vivir, sino con un sistema económico, político, un sistema que existe a partir de la propiedad privada. Yo pensaría en la utopía de una sociedad nómada, no necesariamente como una sociedad líquida que no se sostiene, sino una cuyo valor principal no sea quedarse ni acumular. Y claro, el sedentarismo también es mental: apropiarse de una idea y no poder moverse de ahí; ésa es la base de todo conservadurismo, incluso de todo fascismo. Pensando en algo más individual, ser nómada tendría que ver con la capacidad de voltear hacia un lugar diferente cada día. Me parece muy interesante y necesario pensar esas otras formas de vida que reestructurarían totalmente lo que conocemos. Entonces, si ésa es la utopía, nuestros caminos intermedios son, por ejemplo, talleres en los que el lector no sea pasivo, sino que ande la ciudad: caminar como experiencia estética. Ésos serían los principios del nomadismo: salir a caminar porque sí, sin ningún destino en particular. Ésas para mí serían pequeñas acciones no utópicas que hacemos en inverösímil.