Carrusel / Bajo Cubierta / No. 216

El amor tendrá otros nombres


Mañana tendremos otros nombres (2019) del argentino Patricio Pron es, en palabras de su autor, "el mapeo sentimental de una sociedad neurótica". En él se narra la ruptura de Él y Ella tras cinco años de relación y una aparente felicidad completa. Ella decide irse, sin saber muy bien por qué, después de que un pájaro muere en su departamento. La novela explora —en un capítulo narrado desde Él, el siguiente desde Ella— el dolor experimentado después de una ruptura, y profundiza en el abandono, la soledad, el paso del tiempo y, sobre todo, en la forma de amar en la sociedad moderna.

Uno de los mayores logros de la novela es la diferenciación de voces entre los protagonistas, pero el rasgo formal que supera a todos los demás no sólo de la propia novela, sino de otras obras, es la construcción de la identidad de Ella. Pron logra crear una personaje verosímil, con preocupaciones que no radican en estereotipos de lo femenino, sino en procesos mentales y planteamientos que parten de una feminidad más compleja, rara vez bien lograda por parte de escritores hombres. La estructura de la novela, manejada con cuidado y precisión, hace que las reflexiones internas se vuelvan el foco de atención.

En la entrega del Premio Alfaguara, Pron declara haber comenzado la novela a partir de una escena en el metro de Madrid. La gente a su alrededor estaba en el celular, usando Tinder, aceptando y rechazando las caras que le aparecían en la pantalla, descartando de su vida con sólo un movimiento a toda una persona. Dentro de la obra se cuestiona este proceso de cortejo: "Ella [...] tenía la impresión [...] de que nadie estaba eligiendo, sino sencillamente seleccionando, entre un repertorio de posibilidades establecido de antemano que tendía a la minimización de las diferencias". ¿Cuánto valela vida humana en esta época? Ésa es la pregunta clave para comprender la narración, la historia de Él y Ella es la excusa para explorar no sólo el proceso de ruptura de una pareja que podría llamarse tradicional, sino que también es la razón para analizar dinámicas deconstruidas, relaciones abiertas, romances de tres, hombres amos de casa, citas en Tinder, encuentros frugales y relaciones de rebote.

Amar es descartar, o eso parece decirnos la novela. Para amar a una persona se necesita primero descartar a otra, eliminarla de las posibilidades. Pero también se puede excluir a quien se ama, como hace Ella, borrando de su vida a Él despúes de tener una vida trazada juntos. Ni siquiera se necesita una buena razón para hacerlo, se hace y ya. Las demás relaciones que aparecen en el libro también son así, se terminan a los pocos meses o días, sin llegar a consolidar nada, avanzando siempre hacia nuevos proyectos amorosos, intentando ocultar lo que sucedió para volver a experimentar un idilio de semanas. Es por eso que en la sociedad moderna no sabemos amar. ¿No sabemos amar?

A la lista de escritores contemporáneos que se cuestionan las formas nuevas de relacionarnos podemos añadir otros nombres aparte del de Patricio Pron: Alejandro Zambra, L.M.Oliveira, Junot Díaz, Mayra Santos-Febres. Todos ellos se cuestionan cómo se ama ahora y si eso es amor, la mayoría sin emitir un juicio ni una respuesta. Aunque Pron no se declara a favor de alguna postura u otra —la tradicional o la moderna— y declara haber pretendido escribir el libro sin ninguna tendencia moral, a través de los destinos de sus personajes se deja entrever una cierta inclinación a reafirmar que su mapeo sentimental de esta sociedad neurótica dio como resultado una especie de deficiencia actual para amar: "La generación a la que Ella y Él pertenecían era la última que nacía libre, relativamente a salvo [...] del miedo".

Un elemento que determina el final de la relación entre Él y Ella es la huida: "¿Quién era la mujer que escapaba? ¿Y de qué escapaba en realidad?". Ése es el cuestionamiento esencial para comprender las motivaciones de Ella: correr, alejarse de lo conocido. No puede concebir que su presente sea toda la felicidad que va a obtener, no porque no sea plena, sino porque le da miedo la estabilidad que representaría vivir otros 40 años de la misma forma: "Ella había comprendido —como lo había hecho Él años atrás— que no había ni habría ya más que eso, la repetición de algo banal y que no merecía ser repetido, excepto que se lo dignificase asimilándolo con la idea de que eso era la felicidad".

Entonces Ella no es libre ni está relativamente a salvo del miedo como nos quiere hacer creer el narrador. En realidad, se podría plantear que toda esta inestabilidad, todo este intentar vivir en una utopía romántica que no puede coexistir con nuestros tiempos modernos, viene de más atrás que nuestra generación nacida a finales de siglo y que la de Pron. El autor intenta buscar en la generación que lo sucede los elementos que han ocasionado la impermanencia en el amor y tal vez su desaparición. Los más jóvenes "apuntaban a una concepción de las personas como mercancías y de la experiencia amorosa como un intercambio de servicios", sus relaciones son "'situaciones' más que estados susceptibles de continuar en el tiempo", "¿Qué nuevas denominaciones iban a inventarse cuando la dinámica del deseo pusiese de manifiesto, una vez más, que las terminologías no eran de ninguna utilidad?". Sin embargo, lo prudente tal vez sería explorar hacia atrás, en los orígenes de nuestro sistema económico y político, uno que nos ha llevado a dejar de considerar el amor como una prioridad. Nuestra generación ha dejado de interesarse en estas exploraciones literarias, hablamos de otros temas, de la libertad, de las drogas, de la ciudad. No hemos inventado nada nuevo, pero tampoco destruimos el amor: Él y Ella, Pron y nosotros somos víctimas de una desintegración de las relaciones que nos han llevado a vivir en tiempos neuróticos, de Tinder, donde el movimiento de un dedo decide nuestros destinos amorosos.