Reinvenciones / No. 223

El final de nuestro país


I

le puse Rosario a mi vida
y la llevé por todas partes
atada a mis calcetas
vestida de novia
con la destreza parcial
del que pierde su zapato
una madrugada
de domingo


II

después fue cosa vulgar
fue cosa simple, imprevista
—debí suponerlo—
conseguí un traje y un empleo
(para dos,
siempre dos)
    sobre estas amargas insípidas tierras latinoamericanas
—pero muy—
porque el inicio de mi madurez
también fue el final de nuestro país
porque cuando me vuelvo
sobre el punto más pretérito
de cada oreja
me nace un hijo a quien no quiero
    recordar
porque de pronto se queda callado
    de pie
encima de las cosas que permanecieron
para contarnos
—al oído—
el final
    de nuestra historia


III

yo lo miro y comienzo a boquear
de pies a cabeza
como un pez
    fuera del agua
como rincón sin sitio
como un temor
    de todas horas


IV

entonces me marcho y eso sería todo
(así de simple)
    me operé de la vida y ya está


V

sucede que ahora los recuerdos no me dejan
    ni dormir
aunque a veces
—ciertas noches—
vuelvo a soñar que soy una roca
    o una moneda
extraviada
    en el fondo del océano:








el canto ahogado de un cisne: un buzo muerto en el ojo de dios