Concurso 51 | Un mundo antes / No. 225

Ese algún otro pude ser
Poesía: Segundo premio






Ella me amaba. 
Un día me pidió 
que encendiéramos la hoguera para siempre;
 la mano me tembló,
 cuando acercaba el fuego al atado de leña 
la indecisión sopló sobre mi mano.

Eduardo Langagne

Seré siempre el que no nació para eso,
Seré siempre sólo el que tenía algunas cualidades,

Seré siempre el que aguardó que le abrieran la puerta frente a un muro que no tenía
 puerta, 
El que cantó el cántico del Infinito en un gallinero, 
El que oyó la voz de Dios en un pozo cegado.

Álvaro de Campos, traducción de Octavio Paz

I

No existe razón, pero
sé que hay algún otro yo
en un edificio cualquiera de mi calle,

que tiene fotos con sus padres
amurallando la pared que siempre
guarda las espaldas.
Fotos iguales a las mías.

Sé, sin saber cómo lo sé:
sus años son menos extensos a los míos.
Es decir, pisa el paso que yo dejo.

Hoy me mudo y quito los clavos,
puestos durante mi estancia,
para que la vida vuelva a ser la misma.




II

A Francisco Hernández, por el préstamo

Incapaz de correr o desbordarse el agua
estancada le ha dicho adiós a las tentativas, a la rebelión.

Vivian Abenshushan

Irrumpes el sosiego del ocaso,
desentrañas el fondo cuando emerges
y el sol se posa en tu piel tostada.

Aquella piscina ensueña, entonces,
en ser el mar abierto,
y un pulso adentro, repentinamente,
hace que se desborde, cual caballos azules
barriendo la arena.

Una salada brisa se estampa
en este poema y ahora, y sólo ahora,
gaviotas, y no íntimos insectos, siguen tu paso.




III

De ausencias algunas, que antes fueron
mitad certeza y mitad visión legendaria,
esta profunda bestia que purpurea,
este andar errante
como latas de cerveza vacías que el viento
lleva a sitios inimaginables.




IV
A Marco Antonio Campos, a Rubén Bonifaz Nuño
y a Eduardo Langagne, de nuevo, por los préstamos

Desde hace días o semanas
los recuerdos me ciegan como un pozo,
y es infinitamente necesario decir:
Aquí debería estar tu nombre;
y mostrar, inadvertidos días después, la gratitud
por aquel amor contraetreno,
por la generosidad de esas caricias
que huyeron tan de pronto
por el resquebrajo de la luz matinal.

Nadie jamás prometió nada.




V

Lo decente aquí es amar
a quien se acuesta con uno, estar de acuerdo
con la constante agresión de las horas
y llorar en las plazas púbicas por sentir
cómo el amor es un avispero.

Pero, a ratos, a uno le da la gana,
lo escribo solemnemente, de echar el amor
por la borda de un barco de papel,
reír hasta chisparse del solemne sitio
y cantar a lo blanco, gélido y hermoso
de la calavera.




VI

Blanquísima, que nos sirva tu piel
intacta, pálida, humillada,
de irrefutable prueba
de que el sol no sale para todos.




VII

A la envidia, un puñado
de magnánimos poemas le falta. Merece
innumerables odas, porque es corrosiva,
porque hay alguien habitando
ese trozo de mundo que a uno
le debió corresponder.

Es preciso escribir del odio del leproso,
de ese ríspido fuego que crece
al ver a un sano reír
ante el luminoso mediodía;

del odio de un tercero que sabe
del amor por el opuesto.




VIII

Ya no hurgues más entre las páginas
de aquel libro milenario.
Deja dormir a los inigualables escritores,
felizmente olvidados.




IX


Ya sé que lo que os gustaría es una Obra Maestra. 
Pero no la tendréis 
De mí no la tendréis.

Carlos Martínez Rivas

¿Cómo escribir si el cúmulo de poetas asciende
proporcionalmente a la deuda nacional,
si ya ni reyes ni mecenas?

¿Cómo si el verso perfecto, el final idóneo,
que salvará a la poesía toda, se refugia
en algún resquicio de la memoria
al cual es imposible llegar?

¿Cómo, carajo, si alguien publicó
en sus obras completas
el poema soñado en la madrugada más lucida
y cómo si ese alguien lleva por apellido
Gelman, Castellanos o Sabines?




X

Qué más da.

Los fracasos no son otra cosa
que las muy inadvertidas muertes
de las hormigas,
porque también inadvertidas fueron,
para nosotros, sus vidas minúsculas.

¿Qué dios errabundo se conmueve
ante el reprobatorio examen, el despido
o el poema que solamente logró ver luz
en la puerta de un baño público?

¿Qué Dios detrás de Dios llora
por las criaturas de un ser que,
de tan perfecto, se oculta
entre blancas ovejas celestiales?