Criticón / No. 227

Un beso en la frente: soliloquio a dos voces




Un beso en la frente
Dirección: Isabel Toledo
Teatro: Juan Ruiz de Alarcón
Temporada: 16 de enero al 2 de febrero de 2020


¿Por qué nos es tan difícil ser empáticos? ¿Acaso necesitamos sentir el dolor en nuestra propia carne? Tal vez ésa era la finalidad de la directora Isabel Toledo y la dramaturga Jimena Eme Vázquez, al hacer la adaptación teatral del texto de Esther B. del Brío González, Un beso en la frente: sumergirnos en el relato para ser capaces de experimentar la angustia.

Esta obra de teatro cuenta la historia de una mujer, Ana, que sufrió violencia por parte de su marido, y que debido a eso lleva ocho años en estado de coma. A través de la interacción entre las dos mujeres protagonistas, interpretadas por Tae Solana y Assira Abbate, se reconstruye el pasado y cómo fue que Ana llegó a ese punto. La obra fue presentada el año pasado en varios planteles de la UNAM para concientizar a los jóvenes acerca del grave problema de violencia hacia las mujeres que sucede en México, y que muchas veces se invisibiliza, desgraciadamente, por la normalidad con la que se vive. Es el primer trabajo que la dramaturga presenta en el teatro Juan Ruiz de Alarcón.

Cuando una persona está en una relación de las que ahora se llaman “tóxicas”, es muy fácil u obvio aconsejarle que abandone su situación. Parece inverosímil cómo a pesar del maltrato esa persona puede seguir ahí. La lucha interna del personaje hace ver al público que no siempre es tan fácil y que se requiere de un gran esfuerzo para lograr dar ese paso, porque la otra parte, con lo que dice y hace, ha logrado que la pareja se sienta insignificante.

Las actrices se valen de movimientos sutiles y pequeños cambios en utilería para alternar entre tres personajes: Ana, su hija Eva y su madre. Al principio estos cambios no son tan obvios, pero conforme avanza la obra, se van entendiendo. Cuando una de ellas se pone los lentes es la madre. Si se recoge el cabello es Eva. Estas variaciones son las que hacen tan rico al teatro. No necesitan cambiar de escenografía, ni vestuario, ni siquiera de actriz: la pura actuación es suficiente para entender que se trata de otro personaje.

Tanto Solana como Abbate dan vida a la protagonista, sus diálogos expresan conjuntamente el pensamiento interno de Ana. Personifican la batalla que todos peleamos contra nosotros mismos, con nuestros demonios.

El diseño de vestuario, a cargo de Natalia Sedano, es muy acertado. En la cinta Marriage Story, Mark Bridges, su homólogo, fue cuidadoso al ataviar a Scarlett Johansson para evitar que la audiencia quedara atrapada en la superficialidad de su figura y, en su lugar, pudiera apreciar su actuación. De forma similar, en la obra ambas intérpretes visten overoles de mezclilla amplios que previenen que su cuerpo sea sexualizado.

La obra es muy disfrutable y consigue generar empatía, pero lo más importante es, como lo expresó al finalizar la directora, que esto no sólo se quede en la empatía, sino que se convierta en acciones.

Fotografía de Miguel Ángel Díaz