Credos / No. 228

Pequeñas cosas


Dianna María Castañeda




Pequeñas cosas sostienen al mundo.
No es la bolsa de Wall Street 
ni la economía de la especulación
ni billetes azules, verdes o morados
ni minerales sobrevalorados, ni el bitcoin 
ni siquiera la gran carretera de la información.

No son las grandes academias de la ciencia,
de la lengua, de la paz
mucho menos los que tienden la mano
con moneda de cambio
ni las fuerzas armadas ni la bomba nuclear.

Ni aquellos que profesan la fe de los dinosaurios,
y qué decir de los banqueros galácticos
listos para monetizar las estrellas.
No es la conquista de los mares, los aires ni la tierra
ni el lucrativo dominio de los nervios
ni el agua bendita de los hospitales
ni la gentrificación de las ciudades
(Nueva York, Shanghái, París, ninguna de ellas).

No son los colores ni las banderas
ni las mancuernas cargadas de libertades.

Son cosas más simples:
Lo acontecido tras apagar los celulares
una mariposa polinizando, un colibrí inesperado
la lluvia reverdeciendo los bulevares
los gusanos, las hormigas
los “buenos días” de un extraño
compartir la mesa, llenar la barriga
una canción agradable al subir cuesta arriba
un abrazo, una sonrisa
palabras oportunas.
Pequeñas cosas que nos salvan de la locura.