Carrusel / Bajo cubierta / No. 228

¿Cómo va a ser una buena hija de María?
Reseña de Una niña es una cosa a medio formar (2019) de Juan Miranda




Dirección: Juan Miranda.
Una niña es una cosa a medio formar.
Museo Rufino Tamayo.
10, 11, 17, 18, 24 y 25 de agosto del 2019

A Girl is a Half-formed Thing (2013), de Eimear McBride, presenta una sociedad contemporánea católica y patriarcal donde una joven irlandesa, cuyo nombre jamás se menciona, crece en una familia en la que impera el abuso. Mientras la protagonista está en crecimiento, y desde el vientre materno, se le inscribe en un discurso en el que las figuras femeninas están subyugadas a lo masculino. Entre las varias violencias que se ejercen sobre ella la más importante es la violación que sufre a los 13 años a manos de su tío: una experiencia a partir de la cual comienza a explorar su cuerpo y sus límites de formas perjudiciales. El ejercicio escritural de esta autora irlandesa es experimental y excesivo; ocurre por medio de un flujo de conciencia fragmentario que mezcla oraciones con frases, repeticiones con silencios y, en el clímax, minúsculas y mayúsculas. La obra muestra el horror de un credo impuesto sobre un cuerpo femenino, uno que se resume en la sentencia que el abuelo inculca en la protagonista: “Your body is a temple for Christ” (p. 14).

Una sexualidad corrupta, basada en la culpa y en la autolaceración, es el resultado de dicha doctrina católica en el cuerpo y la psique de la chica, quien termina destruyéndose. Los juegos de lenguaje de McBride aterrizan en el contexto mexicano con la puesta en escena de Una niña es una cosa a medio formar (2019), adaptación dramática del director Juan Miranda. Adriana Toledano y Pía Laborde-Noguez, quien además encarna a la protagonista, traducen la adaptación de Annie Ryan. Su trabajo logra representar la especificidad de nuestro entorno, pues, como Irlanda, México es un país en el que también vivimos bajo reglas patriarcales y católicas. La cercanía de esta adaptación se observa, en lo más básico, en las muchas “chingadas de madre”, los “putazos”, los “vatos”, el consumo de José Cuervo, Herradura y tacos, pero también va más allá de la contextualización. La fidelidad con la que el equipo monta la escena emula las preocupaciones que ya están dispuestas en el texto de McBride: los horrores que puede experimentar un cuerpo femenino cuando es sometido a un credo opresivo que imposibilita la concreción de la identidad.

Esta performance muestra en carne viva la ruptura, la repetición, la gramática accidentada y la falta de aire de la novela. Los horrores que vive la protagonista de la obra de McBride se intensifican gracias a la actuación de Laborde-Noguez, quien, en una hora, da voz a la fragmentación. Al principio, desde la audiencia, se observa la tarima oscurecida del Museo Tamayo, con una luz tenue y azulada que apenas enmarca a la protagonista. Ella da la espalda a un escenario construido con tubos metálicos que forman un rectángulo, con dos divisiones internas y tres persianas fragmentadas verticalmente, y un decorado que sólo puedo describir como onírico. La protagonista mira al frente y así nos hace partícipes del “tú” que abre la novela y su adaptación: “For you”; “Para ti”.

El ejercicio imaginativo que se exige de la audiencia gracias a la concepción minimalista del espacio enfatiza la falta de concreción de identidad bajo la cual se construye la niña. Éste se aprovecha mediante ella misma, quien, en esta psicosis, personifica las distintas voces del flujo de conciencia por medio de sus posturas, registros y su deambular. Por ejemplo, Mami usa un tono exagerado, pone una mano en la cintura, se lleva otra a la boca, se persigna y juzga con frecuencia, como la madre mexicana estereotípica de la telenovela. El tío, el personaje más erudito en su vocabulario, tiene un tono sereno y paternal. La niña, en cambio, siempre nos mantiene la mirada y nos reta; tiene una actitud desafiante que incomoda y provoca. Además, maldice constantemente y grita, lo que ocasiona una risa muy particular en la audiencia que después nos congela una vez que eso es el vehículo para articular el abuso sexual. Impera el silencio a partir de la primera violación —“Me estoy muriendo. Cuando lo hace. De dolor”—, pues atestiguamos, mediante la corporalidad de Laborde-Noguez, y casi a borbotones, la serie de violencias que ejercen en ella entidades masculinas que sabemos externas, pero que se manifiestan corporalmente en una sola mujer.

Si bien desgarradoras, tanto la novela como la adaptación mexicana son necesarias en el contexto actual. Mientras que A Girl… nos deja sin palabras, Una niña… nos roba un instante de vida, pues el teatro, al ofrecer esa experiencia colectiva, nos permite vivir de cerca lo que le ocurre a la protagonista. De no haber sido por la pandemia, el equipo de producción Dolores habría montado la escena una vez más en 2020: pero regresarán. Cuando sea seguro salir a la calle de nuevo, Una niña… nos estará esperando para deleitarnos con la estética de su espectáculo y su maestría, al tiempo que nos confrontará con esta realidad imposible de ignorar.





Fuentes consultadas:

McBride, Eimear. A Girl is a Half-formed Thing. Londres, Faber & Faber, 2013.

A Girl is a Half-formed Thing. Adaptación para el escenario por Annie Ryan. Londres, Faber & Faber, 2015 [versión Kindle].

Miranda, Juan, dir. “Una niña es una cosa a medio formar” [versión completa con subtítulos]. Vimeo. Lionfish Films, 10 octubre 2019. 26 marzo 2021.