Placer / No. 231
Estoy tirada al sol
Estoy tirada al sol,
a mi abdomen lo besan la sal y las migajas
de conchitas, de rocas y otros polvos
hechos polvo.
Cada gramo de playa es un vestigio
que puedo llevarme en un frasco
o en el ombligo
sin darme cuenta.
Estoy tirada bajo el sol.
Descanso.
Dejo que me nazcan fractales en las piernas,
que me caigan los párpados
levadizos como puentes,
mientras tanto
detrás del ojo unas siluetas toman forma,
como recortes nítidos
desbocan
un racimo de gacelas
en el vientre.
Y algo cruje
entonces
dentro de mi oído:
susurros que me llegan del subsuelo,
directo del espejo que había encima de la cama
la otra noche.
Pero aquí.
En el manto silíceo
abren su herida mis contornos,
toda mi línea vertical entregada al suelo.
Arena en las pestañas.
A un lado mío tu cuerpo hace su propio hueco,
se incrusta en la memoria
errática
huella
sólo conoce de las formas lo externo,
nuestros bordes,
ésos que ya se irán rodando con la espuma.
Mis talones veranean en tus pantorrillas
y tus dedos me hacen olas en la espalda.
Nuestros surcos
ya se encargará de borrarlos
la marea
que en la noche es menos suave
es menos caricia y más rasguño
salobre girándome en los poros,
menos viento que sacude las palmeras
y más la mano de un titán que
¿viste?
Las arrancó de tajo.
Más sumergirse entera
el cabello goteado
el cuerpo goteado
humedecida
más aquí no hay de que sólo meto las piernas
aquí no hay de que sólo hasta los tobillos.
Mi línea vertical se perturba
y le salen quiebres.
Pero ahora sólo estoy tirada al sol,
tú a un lado mío
creo que te dormiste porque el mar está en calma.
Se me quema la piel y el brillo de una moneda me lastima los ojos.
La alcanzo.
Estaba medio enterrada en la arena y la alcanzo,
me la llevo a la boca,
estaba medio enterrada en la arena y en la boca
me quema la lengua.
Pero me gusta el sabor de sus dos caras.