Busca en tu interior (A modo de poética)
Busca en tu interior y sin que nadie se entere
cuéntales cosas que ya conocen,
como que una vez saltaste por la ventana
cuando entró en la habitación su novio.
Diles cosas que hayan hecho y que hayas hecho.
Así te leerán, porque sin darse cuenta
se estarán leyendo a sí mismos.
A mi perro
Arrastras esta hoja con los dientes mientras cuento
que te has portado mal y tú lo sabes.
No pido que comprendas las materias
de filósofos y genios elocuentes.
No aspiro a que te creas que hay un dios
y comulgues con la fe en la que he crecido.
Quizá nunca distingas los conceptos de izquierda ni derecha
ni qué es sentir amor.
Me conformo, querido Goya,
con que no te mees en el sofá, en las alfombras,
en el suelo de la cocina,
o cualquier lugar que encuentres
menos en los que te hemos asignado.
Tú no lo entiendes.
Tú sólo entenderás por nuestros gritos
que en casa tienes que ir a los periódicos
y que la calle es grande y tienes ancho mundo.
Si yo pudiera, si me dejaran
mear sobre la prensa diaria,
salir a la calle y cagarme en el mundo,
si yo pudiera, querido Goya, sería feliz.
Tú no me entiendes.
No sabes la envidia que te tengo.
Malabarista
Cruzas 3 pelotas en el aire
cuatro pelotas
y de repente, de la nada,
ya hay 5 pelotas
que dan vueltas con tus manos
ágiles. 6 pelotas. Malabares
de alto riesgo.
10 pelotas.
37 pelotas.
Y ya me cuesta hasta llevar la cuenta.
Y sigues
con 94 pelotas
dando vueltas en círculo,
y tú, la vista al frente, como si nada,
sin apenas esfuerzo
y el resto acojonados al mirarte,
y tienes ya en el aire cerca de 200
pelotas
girando
a tu alrededor. Casi ni se te ve.
Y terminas el número controlando
el giro de 341 pelotas.
Saludas.
Gritos. Euforia y aplausos en la grada.
Para el siguiente número
anuncian a los payasos.
Sale uno y toca una bocina.
Carcajada unísona del público.
Sale otro payaso y pisa al primero
con sus enormes zapatos. A los 10 segundos
de humor ya nadie te recuerda,
malabarista.
Un poema breve
Estoy tan cansado que éste será un poema breve.
De hecho, no sé por qué me he puesto a escribir
a punto de agotarse otra apenas provechosa madrugada
cuando debería haberme ido a la cama
y soñar, mientras descanso, que estoy aquí sentado
escribiendo un hermoso poema, largo, de al menos
ocho horas ininterrumpidas de silencio,
uno de esos pocos poemas que me hacen sentirme feliz
y que siempre son escritos por otros poetas
mucho más feos que yo, pero a los que odio igualmente.
Podría estar soñando ahora mismo un poema por ejemplo sobre París,
(un poema hermoso, más de lo que sería estando despierto)
e incluso soñar que me encuentro en París escribiendo el poema,
concretamente en el café Les Deux Magots,
y que en mi mesa está sentado Baudelaire, al que conozco de toda la vida,
y me contempla mientras escribo, en admirado silencio,
y noto su envidia hacia mi arte nuevo,
y lo termino y se lo enseño (queda mucha noche
y mucho sueño por delante, puedo escribir
más desde París, puedo escribir en sueños
todo un libro en una sola noche), y Baudelaire lo lee con calma
y luego me mira a los ojos y me dice:
Nunca llegaré a escribir tan bien como tú.
Te lo mereces todo, todos los premios del mundo, todas
las mujeres del mundo deberían ser tuyas. Eres un puto genio.
Pero ahora estoy despierto y muy cansado, fumando sin parar,
y sólo trato de escribir un poema breve, mientras sale el sol,
justo antes de irme a la cama,
porque nunca recuerdo mis sueños
y podría escribir el poema más hermoso de la historia
en París, en 1853, con Baudelaire contemplándome
admirado, y sería feliz, y pasaría a la Historia
de la Literatura de mi subconsciente,
pero nunca podría compartirlo con vosotros.
Señales de humo
Puede que baste un verso,
tal vez un poema,
quizás un libro,
a lo mejor mis obras completas,
para mostrar el asco que me da el haber nacido
en este planeta
en este continente
en este país
en esta ciudad
en este cuerpo.
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