Hemos llegado a la primera entrega de los trabajos premiados en el concurso 42 de Punto de partida. Este certamen, que acumula más de cuatro décadas de tradición, ha sido cultivo de nombres en el quehacer literario y gráfico mexicano. Y, precisamente, abrimos la edición con uno de sus ganadores, el artista plástico Mauricio Gómez Morín, quien obtuvo el premio de viñeta en 1976 y regresa con generosidad a estas páginas para compartir cuatro ilustraciones en la sección Del Árbol Genealógico.
Esta entrega incluye los ganadores en poesía: “Invernadero / Cuarto oscuro”, trabajo poético dividido en dos segmentos hermanados en estilo y obsesiones, amén de la recurrencia a motivos botánicos, obra de Luis Fernando Lugo. En contrapunto, el aliento más extenso de “Camino del glaciar”, serie de fragmentos en los que atestiguamos un medido tratamiento del tema amoroso —de por sí un riesgo—.
En cuento, los acreedores de primero y segundo lugar: “Civet de jabalí”, a caballo entre la fábula, el cuento de hadas y el de horror, escrito por Antonio Jiménez Ochoa; y “Sueño de una noche de otoño”, de la morelense Ana Martínez Casas, historia fantástica narrada con tintes góticos. En ensayo, una pieza por demás deliciosa: “El ensayo en la práctica”, de Eduardo Huchín Sosa, quien discierne en tono ameno sobre los motivos y el ejercicio del ensayista en la actualidad.
A diferencia de otros años, la Facultad de Filosofía y Letras acaparó los premios de crónica: “Juan y los otros ven crecer la hierba por sí sola”, de Gonzalo Andrés Rojas, quien retrata una clase y una época de esta ciudad a través de los avatares de un antihéroe; y “Las posibilidades de una línea”, ejercicio cercano al cuento escrito por Rodolfo Ruiz.
El número presenta también las series ganadoras en fotografía, que esta vez ejemplifican dos corrientes imperantes en el ámbito fotográfico actual: por un lado, el enfoque conceptual de “Esto no es una postal”, obra de Adriana Armenta; y por el otro, “La vida en la montaña”, fotorreportaje de Manuel Enríquez Salazar.
Mención aparte merece el portafolio de la fotógrafa Silvia Andrade, que acompaña los textos de esta edición. Se trata de un conjunto de imágenes tomadas con microscopio electrónico y que forman parte de la serie El oráculo. La feliz confluencia de dos mundos en apariencia opuestos —la formación científica de la autora y las sentencias del Libro de las mutaciones— da como resultado un grupo de acercamientos botánicos notables por su belleza y factura.
Para cerrar este comentario, agradezco encarecidamente el trabajo del jurado en las distintas categorías: Eduardo Antonio Parra, Francisco Hinojosa, Marcial Fernández y Fernando de León; Mónica Lavín, Ana García Bergua y Alberto Chimal; Magali Tercero y Emiliano Pérez Cruz; Marianna Dellekamp, Óscar Necoechea y Alejandro Boneta; Gilda Castillo, Mauricio Gómez Morín y Fabricio Vanden Broeck; Rocío Cerón, Julio Trujillo y Rodolfo Mata; Geney Beltrán Félix, Hernán Bravo Varela y Luis Felipe Fabre; y Mónica Mansour y Arturo Vázquez Barrón. A todos ellos, una vez más, muchas gracias.
Carmina Estrada
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