sou strela ébria que pérdeu os Ceus,
sereia louca que dixou o mar.
Mário de Sá-Carneiro
A mi amigo poeta Raúl Garduño
(1945-1980†), postmortem
Ilustraciones de Luis Guardiola
Abrir los ojos aquí,
a los dieciocho grados, veintinueve
minutos, con treinta y nueve segundos,
justo en la latitud norte del alma.
A los ochenta y ocho grados, diez
y seis minutos, con nueve segundos,
longitud oeste, en el extinto
reino de las altas perenifolias,
en la ciudad infame que despierta
con tumefacto olor de albañales.
Abrir los ojos aquí, en la singladura
de este día mórbido en desuso,
en el ámbito inane del lagarto
que cambió el estero y los humedales
por una pestilente alcantarilla,
y ahora se le cura de úlceras
en el duodeno y vive como un cerdo
en un ruin chiquero de un hotel
de cinco estrellas.
Abrir los ojos aquí, cuando el dugón
bucanea en ázimos bejucos
condones, credenciales de elector,
que al mar conducen sucias atarjeas.
Abrir los ojos aquí, en el arcano
orden de las abscisas marítimas,
en esta hora nítida, irreal,
entre la luz vibrátil de un día
cualquiera, al aire libre, para ver
la chabacana gracia del delfín
en cautiverio besando a un turista
que llora al recibir tanta ternura.
Abrir los ojos aquí, en la palustre
hora difusa en que ocurre el arribo
de la tortuga blanca del caribe
a su santuario convertido en playas
privadas.
Eso sabe el yacaré que se duerme
aparentando un tronco sobre el agua.
El papán lo chacotea entre cogollos.
El pitorreal por eso abandona
su hueco en el botán con todo y nido.
El perico cochá atrae gente
diciendo sus puteces en la calle.
La oropéndola no desgrana un canto
en su cuello lleno de delicadas
piedras. El chombo que vuela en lo alto
pica impune el tirahule del niño
que no lo escupió para conjurarlo.
La garza ya no come más culebras.
Al caer la tarde pierde el albatros
la vida ahorcándose entre secas ramas
por la vergüenza de no llenar cada
buche de todos sus polluelos muertos.
El agreste venado tiene al miedo
como un barco hundido en los ojos.
Solo, el tigre se enreda en los bejucos
y su piel muerta a nadie ya le sirve.
Avanzan entre nubes, lentamente,
ciertas aves de noche migratorias,
duerme en círculos de cenizas vivas
la aldea esperando al huracán.
Abrir los ojos aquí...
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Antonio Leal (Chetumal, Quintana Roo, 1952) es poeta, periodista y guionista de radio. Estudió sociología en la unam. Fue miembro del Taller Literario de Juan José Arreola y becario de poesía del Centro Mexicano de Escritores. Ha publicado en múltiples revistas y suplementos literarios del país. Obtuvo el Primer Premio en idioma español de Poesía, Prosa y Arte Figurativo "Il Convivio" (Italia, 2004). Presidió el jurado del Premio Internacional de Poesía Caribeña Nicolás Guillén 2001. Ha participado en antologías como Cinco poetas jóvenes de México (sep, 1967), Recuento de voces (Programa Cultural de las Fronteras, 1987), Una literatura sin pasado (Conaculta, 1990) y Tiempo vegetal. Antología de los poetas del sureste de México (Gobierno del Estado de Chiapas, 1993). Ha publicado Duramar (unam, 1981), Canto diverso (La Tinta del Alcatraz, 1995), Los cantos de Duramar (Comité de los Festejos del Centenario de la Ciudad de Chetumal, 1998) y Poemas provinciales (El Taller del Poeta, 2004). Fue colaborador de los primeros números de la revista Punto de partida. El poema que presentamos pertenece a su poemario ¡Thalassa! de próxima publicación. |