EN LA ESPERA en voz baja
De algo terrible y simple
—Como la cosecha del relámpago
O el descenso de los escombros…
Es la proximidad del cielo intacto
Lo que crea la delgadez de los rebaños,
Y este afloramiento de la roca ardiente,
Y el retoño de los olores de la montaña sin flores…
Cimas de viento y de hambruna,
Motete insípido, furor de los regresos,
Me asusta menos una decadencia que me merezco
Que esta inmunidad
Que me traba entre sus rayos.
Tierra prometida, tierra del desmoronamiento,
A pesar de las columnas, a pesar del tambor.
EL RUIDO DEL AGUA, MÁS ABAJO, transporta nítidos escombros…
En este olvido —incubando la muerte como una piedra, atento a este tiritar entre la hierba—, como una piedra —a la cercanía del olor del agua—, al titilar de los signos en la profusión de las cenizas…
De pronto hundirme: en una santidad de aire dudoso.
Las ventanas vacantes, obstruidas. El cielo muerto.
La escritura se atiborra de perfumes que la descomponen.
La luz se abre, como un higo maduro, una llaga negra…
EN LA DISTANCIA
bajo los abonos de la angustia
salpica el temor
que nada tiene ya sino palabras
y cuchillos
para calibrar el dolor
escribo cuando —
con un desgajamiento en la hora
se adulteran la lengua y el azul
con el acre estremecimiento
de la axila
de las madres
—donde crepitan las moscas de fuego
OBESO. SUBTERRÁNEO. Vasta Edad. Apoyado en su caña, tendón desgarrado, cadera en carne viva. Cojeando, zigzagueante, tropezando, sofrenado por la pesadez de los venenos inyectados que se niegan a diluirse. El ojo fijo en la tierra entreabierta, yendo menos lejos, todavía menos. Por el macizo de un sueño dislocante. Cada instante titubea en las calles, en las flores. En la nieve. Persecución que destroza, visión que petrifica. Aquellos que lo cruzan dicen: lo arrastran, lo jalan… Deslizamiento de una afilada hoja de sueño entre las vértebras y el tiempo.
El tiempo. El tiempo lo enreda entre sus patas, en su aliento, entre sus garras de violín, de viejo león emasculado. Que respira el tufo de olores ácidos que lo anula sin aniquilarlo. Que le reemplaza una piedra, un liquen. Sembrando la esterilidad en el verde improbable de la boca escribiente…
Acto de incertidumbre. Y el fuego acabaría por rehacerse en el fondo de su hermético ovillarse, de su masacre tizoneada a muerte. Ocuparía la mesa. Y volvería yo bajo tierra, de donde nunca he salido. Una calcárea infancia bajo la pizarra antigua.
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Jacques Dupin (Privas, 1927-París, 2012). Ha publicado a lo largo de
sesenta años una extensa obra poética y de crítica de arte. Con una
veintena de libros en editoriales como Gallimard, Fata Morgana, Seghers y
P.O.L., ha obtenido por su obra el Premio Nacional de Poesía (1988) y
el de la Academia Francesa (2010). Sus poemas han sido traducidos a
varias lenguas por escritores de la talla de Paul Auster (al inglés) y
de Paul Celan (al alemán), entre otros, y han sido publicados en libros
de arte ilustrados por autores como Alechinsky, Miró, Tal Coat y
Riopelle, por citar unos cuantos. Es considerado uno de los poetas
franceses más importantes de la segunda mitad del siglo XX. El sendero
frugal es la primera muestra extensa de su obra en español.
Iván Salinas (Ciudad de México, 1977). Estudió Lengua y Literaturas
Hispánicas en la UNAM, y actualmente cursa un doctorado en Literatura
Comparada en la Sorbonne Nouvelle-Paris 3. Varios poemas y relatos suyos
han aparecido en medios impresos y electrónicos en México, Francia,
España y Argentina. Del francés ha traducido distintos autores
publicados en revistas y libros, entre los que sobresalen J-M. G. Le
Clézio, H. Michaux, V. Larbaud, J. Echenoz y J.-Ph. Toussaint. Recién
apareció en el FCE el libro Escarificaciones, con poemas y fotos de Ivan
Alechine y obra de Francisco Toledo. En 2013 traducirá El Prometeo
encadenado del Nobel André Gide, una antología de relatos del suizo
Charles-Ferdinand Ramuz y El post-exotismo en diez lecciones de Antoine
Volodine. Es director del dossier de literatura bilingüe franco-español
Hispanophonies/Hispanofonías.
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