No. 140/POESÍA 

 

punto de partida 140Diez poetas jóvenes desde
Andalucía


Carmen Camacho

   

 

No se envanezca Frost
de los mil dólares por verso
ni de sus cenas con el Presidente,
que el joven al-Usbuni, llegado ayer de Málaga,
cobró cien doblas por un elogio
y durmió luego con la reina.


Fernando Quiñones,
de Las crónicas de Al-Ándalus

 

 

Estas letras aquí, las palabras de estos poetas, trazan a boli diez puntos so­bre el mapa posible de un territorio: el territorio abierto de la poesía joven en Andalucía. Se trata de un plano hecho así, a mano alzada, sin GPS, di­señado especialmente para el merodeo. En él aparecen marcadas diez de las bas­tantes luces nuevas que, por suerte, alumbran poesía desde este sur y que —hay quien asegura— en las noches claras de noviembre pueden avistarse desde Tánger y desde más cerca incluso, desde México. Como si se tratara de un bien endémico —siendo, más bien, un regalo del cielo y de la mixtura—, Andalucía ha sido siempre tierra fértil en acentos poéticos. Aho­ra también lo es, y con motivos. Frente a los que creen en la leyenda urbana de que siempre corren malos tiempos para la lírica, están los que cantan lo que les sale y porque les sale, y les sale bien. Ahora es tiempo de poe­sía nueva porque hemos re­cibido herencias recientes y tantas como para derrocharlas o auto-desheredar­nos; porque tenemos un lenguaje —el español— tamizado —el andaluz— y común a tan­tos pueblos de América, que también lo tamizan, y con el que han hecho tama­ños cantos, tamaños cuentos; súmele a eso la pre­sen­cia de los otros lenguajes, como el musical o el visual. Aho­ra también es tiempo de poe­sía nueva aquí tal vez por­que tenemos una estructura, unas arquitecturas, algunas sólidas, otras necesa­ria­mente efímeras y rampantes, al­zadas en ocasiones por los pro­pios poetas desde co­lec­tivos, imprentas y encuentros; tal vez porque seguimos teniendo de qué alegrarnos y por qué revolvernos; y porque —lo más mágico, lo más evidente— tenemos voces propias, si eso puede de­cirse así, poetas que es­criben como sólo escriben los poetas.


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Los poetas de los poetas


Es inmenso el legado que han dejado y continúan de­jan­do, libres, regalados, tantos grandes. Algunos de ellos conocen este sur como si fuera una “nueva madre, la segunda que siempre tuve como hijo telúrico de mu­jer”, dice Carlos Edmundo de Ory. “Lo mío nativo es la arena”, también dice, y eso se le nota. “Hikmet, Qui­ñones, Chandler, Hank,/ Rimbaud, Pavese, Gón­go­ra…”,1 entre muchos más, los poetas de los nuevos poe­tas han dado, sin pretenderlo, lecciones sobre­co­ge­doras de tem­peramento para la poesía y para la vida.

Influencias, pues, todas. Para colmo de bienes, co­mo dijo algún sabio, limitamos al sur con César Va­lle­jo. Y con Nicanor Parra, y con Juarroz, y con Carilda Oliver, y con Octavio Paz. Herencias hasta para de­rro­­charlas, secuelas hasta para entretenerse con ellas; do­­naciones recientes como la polipoesía o más anti­guas que la moaxaja; poetas-magos para jugar con ellos, an­tipoetas para rezarles por las noches… ahí están, cer­ca­nos a los poetas jóvenes. O más acá, incluso. Últi­ma­mente, en no pocos encuentros, fanzines o reci­ta­les, es la poesía de hoy la que vindica y vivifica la presencia de los poetas que leyeron, y los arriman ardiendo de nuevo a la gente, a la calle.

La gente, las calles son fortuna también, conce­di­da a fondo perdido. Los poetas jóvenes andaluces tienen abuela. Y cuando la abuela habla, dice con su deje digno y lírico palabras que son vaya-a-saber-un-eti­mó­­logo de quién, y desde cuándo. Los poetas frescos salen a la calle y la calle fresca les sale a ellos por la boca. Resuenan, sin ánimo de hacerse portavoces de nadie —ni el gesto, ni las ganas—, ni de ser más o me­nos coloquiales o dialectales. Desde siempre hubo en el pueblo una poesía, la primera y fundadora, una poe­sía fuera del libro. Ahora también, distinta, mezclada, mediada, rural y urbana, globalizada y local, y es, co­mo la vida, materia prima (¿materia hermana?) de la poesía recién hecha en Andalucía.



Arquitecturas para la poesía


“Dadme un boli y moveré el puño”, podría decir cual­quiera que sea poeta. Al que espera, a la que espera a que se le vengan a la boca “aquellas tres, cuatro pa­la­bras/ que no se habían juntado antes/ o nunca ha­bían sonado de aquel modo,/ y que dejaban dicho al­go,/ sencillo acaso como ellas,/ pero tan verdadero, tan nue­vo y tan antiguo/ que os suspendió y enmudeció un ins­tante/ como a algunos de los que os escuchaban”, dijo Fernando Quiñones, le bastan mientras un lápiz y una servilleta de papel para sacar ahí a bailar las le­tras. O un ordenador, o una libreta donde pasar a su­cio las cóleras del genio, el teléfono móvil, el ticket del cajero, no sé, el reverso de todo, las páginas de cor­tesía, socorridísimas, de libros inspiradores… éste es el an­damiaje módico del que escribe. Al poeta, a la poeta, en tanto que poeta, sólo se le puede desproveer de dos maneras: si le aplican la sharia, en su moda­li­dad de amputación de mano, o si de repente se le reti­ra la poesía, nadie está ajeno, y entra en una especie de me­nopausia lírica. También puede, claro está, au­to­le­sionarse, pasando, no llegando —verán que lo se­ña­la Juan Manuel Gil en su poética— a tiempo a su poema o, directamente, amordazándose, muriéndose en vida, en cualquiera de sus atractivas variedades. (“El es­cri­tor vive para escribir, y el poeta vive para vivir”, da de pleno Antonio Portela, en las palabras que ha escrito para esta antología.)

Hablamos, pues, del utillaje elemental para la poe­sía en cualquier circunstancia, cuya ausencia desgra­cia, pero no aún de aquello que la respalda, ayuda a sacarla y la potencia; de las posibilidades para el en­cuentro y del tráfico libre y espontáneo de versos, de referencias, de miradas sobre la poesía o cualquier por­­ción del mundo. Éstas son las arquitecturas para el encuentro.

En Andalucía, hoy, al igual que en otros lugares de España, existen estructuras resistentes por donde ha­bita, transita y se sale la poesía joven (y otras al me­nos permeables a ella, que la respaldan; instituciones públicas e incluso mecenas privados y discretos, que la fomentan). Bares, palacios, acueductos, ca­ta­cum­bas, catedrales, acequias, zulos, charnaques rave… Son varios, y pintos, los sitios y maneras de celebrar la fiesta de la última poesía.

Talleres de poesía para jóvenes en centros cívicos, colectivos de agitación y transformación social a tra­vés del acto poético, festivales (el único Spoken Word español se celebra desde hace dos años en Sevi­lla), fundaciones para nuevos creadores, algunas ayu­das por parte de organismos públicos a la creación poé­tica, premios pensados desde instituciones públi­cas, desde universidades grandes como pueblos o des­de pueblos pequeños como universidades; librerías con librero que sabe de poetas arcanos, recitales a pie de barra, revistas, portales literarios, editoriales,2 en­cuen­tros (tantos y tan distintos: Encuentro de Poetas en Mo­guer, Cosmopoética, de Córdoba; Edita, para la edi­ción independiente en Punta Umbría, Huelva; el de Poe­sía Última, de la Fundación Rafael Alberti; el Mapa Poético, de Córdoba; Poesía en Resistencia desde Se­villa… y más). Sin hallarnos en un territorio poético idílico, los jóvenes creadores que hacen poesía desde Andalucía saben que hay sitios —y que si no, se los in­ventan—, los que cada cual prefiera, donde estar, donde nunca ir y desde donde partir.

Pero sin duda, de todas las estructuras para el en­cuentro, la más fina de todas es la arquitectura del vínculo, del vis a vis (suele llevar de cabeza a la amis­tad), entre quienes tienen la misma visión del arte y la vida, o no, pero sí sostienen que la poesía es un ac­to abierto y generoso, una fiesta y un emperro, y a eso van.


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Poemas sin etiqueta


Poesía. Joven. Desde Andalucía. En 2006. Estos son, estrictamente, los elementos que estas diez voces re­cogidas para Punto de partida tienen en común. Y no es poco decir.

No obstante, desde mi manera de mirar las cosas, estos grandísimos elementos no traban —ni lo pre­tendieran— una nueva generación. Los poetas jóve­nes de Andalucía tienen en común algunos factores exter­nos a la propia poesía, pero llamarles generación sólo por eso, por criterios extrapoéticos, caería más bien en lo sólo promocional. Por otro lado, tienen en común que hacen poesía —y no es perogrullo, que una cosa es intentar hacer + poesía, sin más pam­pli­nas, y otra dedicarse a escribir versos—, pero eso los con­vierte en hermanos de todos los poetas habidos y por haber, ya que, afortunadamente, ese intento crea­tivo es lo que une a todas las generaciones y dege­ne­ra­ciones poé­ti­cas del mundo.

Poesía. Aquello que estos diez tienen en común es el regalo que no desprecian, es la mano y la intuición poética. Por lo demás, cada uno, cada una, es de su padre y de su madre. Ni todos órficos ni todos lógicos, ni todos periféricos ni evidentes, ni indagadores ni ele­gíacos, ni todos sociales ni todos intimistas. La más lógica se nos puede poner aquí estupenda; hasta al más esteta, el mundo que vive le retumba por dentro, y a su gusto, y con su ánimo, y con su letra, canta. “De­fi­nir es cenizar”, escribía Lezama Lima,3 y con mis ga­fas de poeta (las únicas que tengo, para ver de cer­ca y de lejos), con respeto compilé y entreveré poe­mas sin querer prever para ellos estanterías ni compar­ti­mentos.



Hacer + Poesía


punto de partida 140 No está ahí gratis el verbo hacer. La poesía tiene algo de movimiento, de cosa que se agita y se prestidigita, sale el ritmo y entra, el verso se hace verbo, no sé, algo pasa, dicho sea sin afanes milagreros. Estamos en ello. La poesía joven de Andalucía se compone hoy de poetas activos de palabra, obra y omisión. De forma in­dividual o en grupos y colectivos artísticos, se dis­po­nen a la creación, la investigan y la ejercen; unos montan el taco, la mayoría de las veces con noctur­ni­dad; otros se abren un blog; otros abundan en el estu­dio de las múltiples posibilidades de la poesía; otros, sin ser los más prolíficos, directamente dicen lo que quieren y como quieren y aún así, ¿cómo hacen, que siempre clavan el acento en la primera, la sexta y la décima?

Siendo la poesía como un andar —cada poeta tiene unos andares— en lo que se conoce estrictamente co­mo “acción poética”, cada vez son más las calles, los bares, más los mercados de Andalucía donde se vive la fiesta de la poesía como arte público, en forma de performances, intervenciones, recitales o cualquier otra manifestación de poesía fuera del libro.

Pero son más las cosas de la poesía que pueden sub­rayarse de colorado en la creación artística hecha des­de aquí, y a la luz están, a las largas luces de estos diez autores. Urden libretas con versos y a eso le en­cuen­tran algo, un no-sé-qué, unos verdad, otros malabares, otros resistencia, otros juego, otros a sí mismos o al que ama o al mundo, otros, electricidad, otros palabra, otros fulgor, otros baile auténtico, otros calles, otros su casa, otros llanto. O todo junto. No seré yo la que diga qué y por qué escriben estos diez poetas, cada uno lo cuenta a continuación con sus poemas. Y como es joven (aunque quien la escriba tuviera los años del Indalo) la poesía corre, y es fresca y pancha, y por eso no deja de ser honda y llana, y ondulada. Es libre, no se anda con demasiados cálculos. A veces se escribe en los márgenes y desde los márgenes. Está loca. Así le va. Sabe (mejor dicho, diciendo aprende) lo que se dice.



Diez poetas jóvenes desde Andalucía en Punto de partida


Una a uno, estos diez jóvenes vinieron desde Anda­lu­cía a Punto de partida por su propia palabra: por lo­zanos, por su chorro de voz, porque al leer sus correos electrónicos juraría haber tenido la sensación de oír­los todavía teclear, por urbanos, por campantes, por polimorfos, por hacer lo suyo. Por su letra bonita. Lle­gan a la Feria sin carreta, procedentes de Jaén, Cór­doba, Sevilla, Huelva, Cortadura (Cádiz), Málaga, La Zubia (Granada) y Almería. Son el claro ejemplo de que, a estas alturas del campeonato, una puede ser poe­ta en su tierra. Todos han recitado, publicado y son re­conocidos por estos sures —cuento al vuelo y re­cuen­to, por poner un ejemplo, que por lo menos tres de los diez obtuvieron el Premio Andalucía Joven de Poe­sía— y también por lo ancho y largo de España. Y aun­que no lo fueran: aquí los han traído sus poemas, que hablan por ellos y hay días que hasta más que ellos.

Menos es nada. Las semblanzas de cada uno, de ca­da una, cuentan poco, pero algo, del itinerario vital del poeta. No es preciso conocer la vida y obra de los au­to­­res para vibrar con sus poemas; es más, por su poe­sía los conocerás, pero igual es grato el mínimo dato, que hayan tenido esa deferencia de dejarse asomar tam­bién por estos otros procedimientos, como en la biografía.

O como en la foto. A cada cual le pedí su viva es­tam­pa o, en su defecto, una foto, la que más les gustara o más coraje les diera, y recibí instantáneas de retra­tis­tas de pulso cirujano y bendito trípode, con poetas dentro, todos calvos de lengua y de dilatadas pupilas gustativas.

Regalados, también nos dieron sus poéticas. Como Aníbal Núñez, soy de las que piensan que “la refle­xión sobre la tarea poética nunca está de más”, y so­bre todo, “que esa propia reflexión no deja de ser materia poética”.4 Para ser sinceros —ellos lo saben—, es­tas poéticas dieron con sus letras ahí para ayudarme, por varias páginas, a ensayar este prólogo.

Poetas jóvenes desde Andalucía. Todos los que es­tán, son. Pero sería casi imposible que estuvieran to­dos los que son. La memoria recientísima, las estanterías, las calles, los bares, la internet, las conversaciones, es­tán llenas de nombres de poetas nuevos que vuelan de un cuaderno a otro, y de ahí al descubrimiento grato a ve­ces sólo hay un paso; cada día es una posibilidad real de encuentro con una letra clara.

Como en esos hallazgos y en su lectura compar­ti­da, para esta recopilación en Punto de par­ti­da tuve cons­tante y exquisita compaña. Por eso, tengo mu­chas gracias para David Eloy Rodríguez y para Gonzalo Escarpa, poetas de guardia, por su conversación y ayuda, por estar tan cerca; para José Ramón Carriazo, que lee fino, y para Pepe Calvo, por su codo junto a mi codo en el inventario de las revistas y editoriales andaluzas hechas por poetas y para poetas.

El agradecimiento es trasatlántico para la Univer­si­dad Nacional Autónoma de México, de forma muy es­pecial para Carmina Estrada, editora de Punto de partida, y ora trasatlántico ora fluvial (depende de dón­de se meta) para Fernando Iwasaki.

En las páginas que siguen están los poemas rima­dos, mimados y medidos, el endecasílabo, el poema visual, el poema en prosa, la alegría de verte, campos de noche, recuerdos urbanos, otra más en el bar se­vi­llano La Carbonería, y nos vamos, mala pipa, el per­dón, un montón de gente, los bailes, la ironía, la ciencia, la caja registradora de ayes, el ojo patio, el cine, colo­res, las carnes, la resistencia, la botánica que se apren­de sin flexo, la pena, los juegos de azahar. Rosario Pé­rez, David Eloy Rodríguez, José Cabrera, Valero Cor­ta­­du­ra, María Eloy-García, José Daniel García, Luis Mel­garejo, José Mª Gómez Valero, los antes mencio­na­dos Antonio Portela y Juan Manuel Gil, trajeron poe­sía iné­dita para Punto de partida. A todos ellos, mis mil gra­cias.

1 Luis Melgarejo, de su poema Hoy tengo una lectura en Colomera, Granada.
2 En la página 92 se enumeran iniciativas editoriales de Andalu­cía emprendidas por poetas y/o para la poesía.
3 Y lo recuerda Jorge Riechmann en su artículo “Tres docenas de consejos para poetas jóvenes”, recogido en Resistencia de materiales, Montesinos, 2006.
4 Aníbal Núñez, Obra poética II, Hiperión, 1995, p. 116.

 

 


 

Carmen Camacho. Poeta y narradora nacida en Alcaudete (Jaén) en 1976, vive en Sevilla, donde combina la actividad poética y literaria con el periodismo y la docencia universitaria. Es colaboradora habitual de las revistas lite­rarias Renacimiento (ed. Renacimiento, Sevilla), Na­ya­gua (Centro de Poesía José Hierro, Madrid) y columnista del diario La Mañana, de Lleida. Parte de su obra ha sido incluida en las anto­lo­gías No todo es Juan Ramón, todo es Juan Ra­món. Poesía joven andaluza en diálogo con JRJ (Ed. Chichimeca, 2006), Microscopios eróticos (Ediciones Atómicas, 2005), Banda aparte (Los Noveles, 2005), Ellas (Los Noveles, 2003), Pie­les, poemas y rumores (antología de poetas re­tratados por José Gómez Molina y seleccionados por Sofia Rhei, pendiente de publicación), en el Observatorio de poesía sevillana y en revistas li­terarias como Los Noveles, Renacimiento, Na­ya­gua, Revista Kistch, El Círculo, Barataria, La Cinta de Moebius o Chichimeca. Es coauto­ra de la obra de teatro Mujeres perfectas, di­rigida por Fernando Donaire. Obtuvo uno de los premios del II Certamen Literario de Mensajes Cortos, del programa Arte y Creación Joven 2005, del Instituto Andaluz de la Juventud. Ha reci­tado en las salas madrileñas Centro de Difusión Poética Circo de Pulgas (2006) y Espacio Nauti­lus (2004-2005), en los actos del 125º aniversario del Círculo de Bellas Artes (2005) y en encuen­tros poéticos celebrados en Córdoba y Huelva. Mientras residió en Madrid (1994-1999), fue miembro de los grupos de literatura, com­pro­miso y transformación El Círculo de Poesía y Café Barbieri, de Lavapiés.