DOCE POETAS (1985-1991)/No. 189


 

Diana Garza Islas



Santiago, Nuevo León, 1985

 

 


Las demás seis se llamaban como yo

No dijo en ningún punto clavelino, o: la lluvia es un sol que no se acaba, o: el animal haciendo un rito al animal / muerto / en el lugar de las cobras. Mi madre no me cree que yo lo vi, pero hay que clasificarlo, hay que decírselo a todos. Que es hora del perro bípedo. Que es hora del señorito carabobo que vive en la mora. Hay una fiesta. Se trata de celebrar mi curso de admisión, y nadie vino. Hay algo japonés. Es un baile de seis aquí y seis allá. Vestidos antiguos de tela rasposa y muy ancha. Claro que no es organdí. Es parecido a servilleta pero como un higo o una lechuga o un pingüinillo. ¿Esto es algo japonés, verdad? Él no responde. Se amplían gránulos del rostro, muy quebrados, como un temple al huevo o Photoshop. Ahí vemos la alberca también, pero sabes que es de día. Un día que ya vivimos, como de 1863 o 1634. La danza se llama The Fleshless Lovers’ Meat y es un minué: se trata de coronar el curso de Santa Sandy La Quitanieve.

No, los pies no se los ensució de moras. Al cadáver no lo enterró. Sólo hizo lo de Shajelejelé, Shamalamalam, y recogió su tapetito y se lo echó como sal de uvas al lugar dorado donde estaría su cabeza. Y entonces ya se fue y ya estamos con mi madre. Al agotar el brebaje ellas desaparecían y quedaba sólo yo. Ahora Orvar vendría por mí a llevarme lejos, a la boda del animal, a nuestra casa.

Entonces nos íbamos a ir a vivir, porque vivir no era una palabra tabú ya.

(Corazón no era una palabra tabú ya.)
(Carbón no era una palabra tabú ya.)

Y muchos años después de tener un pensamiento anaranjado, como una de esas veces en que me caí de una uva a un pozo, haríamos salir dos manivelas en un dibujo para decir muy bajito: Esto sí me gusta, esto sí que es de verdad. Por el momento, no podemos irnos al castillo, no podemos despertarnos porque me están diciendo que Las grajas, Las grajas y todos están muy convencidos con que Alf se murió pensando en una historia llamada:

“Bienvenidos a Dramija” o “Ven acá y ya ponte las Diademas”.



Bienvenidos a Dramija

Los pies de la anciana-dentista tienen dos zapatos muy plateados. Recuerdo: yo con zapatos también y una tea roja tornasol y que se pone como falda, tan breve: no abarca la fisura.

A alguien se la enseño:

                                      ¡Papá, papá, bueyes!

(Es que Altamira existe porque llovía mucho, no porque el hombre se preguntó: ¿y esa línea que sobra…?)
 

¡Oh, Ptolomeo! ¿Total qué?


De igual manera, todos los cadáveres deberían echarse al mar, para que el mundo no se quede sin sombra al mediodía.

                                                   —Dijo.

Y sí me aburre cuando digo cosas así, pero son ciertas. Y como son ciertas me obligan a decirlas, como eso de las doscientas formas de nombrar luna en swahili.

(O como cuando fuimos a buscar caracoles en agosto pero encontramos una abeja ahogándose en la superficie.)

O como esa misma vez que a ti sólo se te ocurrió preguntar:
¿Y qué día es hoy, mamá? ¿Y eso cuánto significa?



If the wizard is a wizard

—Pero el espantapájaros sí tiene cerebro.
—¿Cómo lo sabes?
—Es que yo puedo ver todos los cerebros. Puedo ver todos los cerebros menos el tuyo.
—¿Y el mío por qué no?
—Porque yo sólo veo el cerebro de los cuentos.
—¿Y cómo lo haces?
—Pues así, dejando de pensar.

Por ejemplo:

    • Todos los caballos son un caballo de diferente color.
    • Se necesitan zapatos rojos para llegar a una ciudad verde.
    • ¿Ese duende es verde y con bigotes? Entonces ahí está el león.
    • Este es el hombre que baila mejor porque no existe y es de plata.
    • Este es el hombre que sí tiene corazón porque no lo cree.
    • Ahora que todos tienen un caballo azul ya pueden a entrar a cualquier lado.
    • Escribe lo que pasa: al león le están poniendo moños. Al león lo están haciendo más león.
    • Y como ahora estoy pensando algo sé que ya viene la bruja, mamá.
    • Con trenzas.

¿O cuál cerebro preferías ver?




Plano secuencia

Empezaba con algo muy brillantina color morado. Algo de Verano de novios, así te conocí. Después se tornaba la animación de un par de animalitos que se iban dibujando solos y coloreándose en rayitas. Una página sobre taxidermia arrojó dos entradas. Superpuesta, una franja que bajaba así como cuando filmas la TV. Bajaban frutas o colores, bajaban la respuesta ¿serpiente? tipo madre católica y limones WIN de ruleta de casino. Nadie lo sabía pero iban bajando o podrían haber sido caras igual. En ese momento me daba envidia del recurso. (Era un empalme bellísimo.) Luego el video llevaba al Fez. Payasos gallegos. Negros on the beach con vestimenta serbia que contaban chistes tautológicos o de color local,

tales como:

                    
   
   
   
   
   
   
     beamsun   



Y eso es todo por hoy

Aunque Orvar cree que escribir se trata de cómo las sustancias nacen del hielo.
Aunque Orvar cree ser una alfombra voladora.

Pero lo que de verdad es:

número 1) la de Flaming Star mientras ella escribe al pizarrón: La historia es la historia del circo y su círculo esplintual; número 2) que se llama Esse y siempre se ha dedicado a cortar de raíz rábanos y berenjenas enmarcado por una marialuisa color aqua; y número 3) el dominio en tromba de los poritos coaxiales, coaxial pero de magma.

Es decir: El Rapto de Ruiti, Condesita de Ébola ¡QUE YA EN SU BÚCARO ALCANZA EL CIANHÍDRICO LA PRINCESILLA PRUSIANA!

(Pero eso fue el otro día, que es que yo me llamo Orvar.)
(Y otra vez estás oreando piedras.)
 

 

Diana Garza Islas. Autora de Caja negra que se llame como a mí (Bonobos, 2015) y coautora de La czarigüeya escribe (An.Alfa.Beta, 2014). Algunos poemas suyos han sido publicados en antologías de México, España, Argentina, Chile y Estados Unidos. Fue becaria del Fondo Estatal para las Artes en Zacatecas, 2010, y del programa Jóvenes Creadores del Fonca, 2012. Trabaja como editora en la Capilla Alfonsina de la Universidad Autónoma de Nuevo León.