No. 137/CRÓNICA |
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El padre de (casi) todos los tianguis |
José Antonio García Acevedo |
FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES, UNAM |
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A las seis de la mañana comienza el barullo de mercancía que se carga y se descarga en muchas de las calles de esta colonia de la delegación Iztapalapa (Iztapalacra, Iztapanaca, Iztapasalsa, Iztapaloca o Iztapatransa, según sea el punto de vista, la xenofobia o los complejos clasistas de quien la nombre). El ruido de los puestos tubulares cuando son armados y de los vehículos que transportan todo tipo de mercancía, así como el trajinar tempranero de multitud de comerciantes, es ya estampa conocida de los habitantes de la colonia Santa Cruz Meyehualco los días viernes de todo el año. Poco a poco, a lo largo de toda la avenida seis, la ocho, la diez y la doce y desde la calle nueve hasta la setenta y uno, lonas y toldos de diferentes colores comienzan a llenar el paisaje, mientras los colonos que no son comerciantes se levantan para salir a sus empleos. A las ocho de la mañana, llegan los primeros marchantes en busca de aquello que en otros tianguis de la ciudad no encuentran. Vienen de todas las delegaciones e incluso del Estado de México y de otras entidades. "¡Métale la mano, cliente!", "¿Qué se le ofrece, marchante?" o "¡Pásele por acá, güerita!" son las voces características de los gritones que anuncian discos, ropa o comida, entre otras muchas cosas. Y es que en este tianguis se puede encontrar todo lo imaginable y en un descuido, hasta lo no imaginable: palos de golf, muñecas sin cabeza, libros en buen y mal estado, zapatos nuevos y viejos -muy viejos-, frascos vacíos de loción, perfume, conservas o tequila en diferentes colores, formas y tamaños, con tapa o sin ella; camillas hospitalarias, pintura de todo tipo, envasada o a granel; antigüedades varias, computadoras enteras o en pedazos, ropa "de marca" sin marca o con ella, llantas especiales para la nieve, casas de campaña, flores de migajón... literalmente lo que sea.
Hay que escoger una ruta al iniciar el recorrido, pues de lo contrario puede uno perderse en el laberinto de calles y puestos que en un momento de distracción llegan a verse iguales. Además, si la curiosidad o la necesidad de algo en concreto es mucha, y se pretende recorrer todo el tianguis o cuando menos las calles principales, es necesario también llevar el tiempo suficiente para la caminata, que por lo menos puede durar un par de horas. ¿Necesita usted un par de esquíes? ¿Tal vez una cuna pa'l chilpayate? ¿Una tarjeta de módem para su pc? ¿O nada más un par de zapatos de última moda? "Por acá, patrón, si no ve lo que busca, pregunte." Conforme se avanza la música se hace omnipresente, se compra o se regatea al ritmo de Los Tucanes de Tijuana: "...y la Chona se mueve, y a la Chona le gusta, y la Chona se mueveee al ritmo que le toquen..."; con Chente Fernández cantando "...qué de raro tienee, que me haya perdidooo por una mujeerr..." o alguna otra que sea es más o menos solicitada. También es posible que lo que se oiga sea a Johnny Rotten y Cid Vicius (Sex Pistols) y su "God save a Queen" pues hay varios puestos que venden exclusivamente música, ropa y parafernalia roquera, darketa o punketa, aunque la verdad los ritmos afroantillanos son los que "rifan" por estos rumbos: "Yo tengo el alma entusiasta y aquí en verso le diré, un homenaje a la Reina Marta, la soberana del café...".
Pero luego de un par de horas de caminar, preguntar y regatear, ¡se antoja algo que refresque el calorcito! Tal vez algo para aplacar o entretener a la lombriz. Como en todo lo demás, en cuanto a comida y bebida las opciones son muchas y muy variadas. Refresco, jugo de naranja, toronja o betabel. O bien, para quien empieza temprano su fin de semana y su camino al cielo de la evasión, una michelada con hielo de dudosa higiene, o una ollita "preparada": "escuer", hielo, chile piquín y un "pegue", que puede ser tequila, ron o cualquier otra cosa que apendeje. Huaraches, sopes o quesadillas son de ley, pero tal vez el antojo apunte hacia unos buenos tacos de barbacoa, "de carne de borrego", dice el taquero, pero no se distraiga, hay que fijarse bien que el taco no relinche o ladre, pues en ese caso hay que optar por tlacoyos, que no llevan carne y sí en cambio abundantes frijoles, nopales, queso y su respectiva salsa. Y la música sigue: "...linda Marta vengo, porque cantarte quiero, bailando la cumbia cantaré, a la reina del café...". Cantina y su Combo Latino se repiten una y otra vez, el "cambiadiscos" no se cansa de poner "La chicharrita del café", aunque algunos comerciantes sí se cansan, sobre todo los de basura, que a las doce del día empiezan a recoger su mercancía, pues al parecer, las horas de venta para ellos son las primeras del día. En varias ocasiones ha aparecido la judicial por estas calles, han hecho operativos, decomisado mercancía y detenido a algunos comerciantes. Aparecen en el tianguis —dicen— porque en él a veces se encuentran a la venta fornituras militares o balas, pero también, la neta, porque vienen por su mochada. Pero bueno, para los comerciantes éste es un aspecto más del oficio que en muchos casos han ejercido por generaciones; casi siempre se trata de un negocio familiar en donde unos juntan, compran o consiguen (aquí no vamos a discutir el origen de las mercancías), otros llevan, transportan o almacenan, y otros más venden en este gran mercado al aire libre que es la colonia Santa Cruz Meyehualco. Y sigue la cumbia: "...bailando la cumbia ya empezó, a la reina le canto yo, linda Marta vengo, porque cantarte quiero...".
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