Poética
Me parece arriesgado y aun ingenuo el consignar aquí, o en cualquier lado, una verdadera, reluciente poética. Tengo entendido que todo poeta que se respete tiene la suya propia, pero yo no me respeto mucho y, tengo que decirlo, tampoco a la mayoría de lo producido por los poetas chiapanecos de mi “generación”.
Cosas de la vida, desconfío cada vez más de las posiciones que consignan que el Mundo y la Palabra son la Respuesta, la Patentización de una Poética. Tal énfasis, tal obsesión mayúscula, me hace sentir estafado, diminuto ante visiones tan Fastuosas.
Se ha dicho hasta el hartazgo que en Chiapas uno levanta una piedra y aparece un poeta. Es cierto: pululamos, y la inmensa mayoría somos, en verdad, muy malos. Alguien debería decirnos que no tenemos mucho futuro. Alguien debería ya quitarnos nuestras becas y talleres y nuestros premios múltiples y locales. Alguien debería quemar nuestros Converse y nuestras bermudas y nuestras camisetas de María Sabina. Pero nadie lo hará; por lo menos no fuera de la cuadratura restrictiva de una mesa de café (ah, los revolucionarios de café orgánico), por lo menos no con pelos y señales, porque de hacerlo nosotros, adiós becas, talleres y premios.
Balam Rodrigo me propuso participar en este espacio y acepté. Quiero decir que hago esto por razones que tal vez sean mi “poética”: por fidelidad a una amistad y por fidelidad a mí mismo; es decir, por simple y soterrada vanidad, y ya se ve lo lejos que llega uno con tan pocas armas.
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Canción de la azotea
i
noche de gatos, noche
de ronda. los
gatos
se fueron hace tiempo:
nada queda sino su olor lúbrico
y
salvaje.
ii
toda persona es una isla:
secreta, escondida,
inalcanzable.
a veces el faro emite una señal,
pero nadie responde. a veces llegan botellas con
corchos, pero están vacías
o anegadas. toda
persona es una isla. los gatos ya no están: son
—fueron— la ola negra, la ola roja
que dejó como constancia
el naufragio.
toda persona es una isla.
toma tu herramienta, construye tus murallas.
iii
esta lluvia /ay/ esta lluvia.
estos recuerdos que vienen y besan mis pies,
lamen mis piernas /ay/ como los gatos,
/ay/ como los gatos.
iv
¿vendrán esta noche con su música de sangre, con su melodía turbulenta? ¿o vendrán, acaso, con su furtivo paso de gato a mover, apenas, el espeso telón que teje mi insomnio?
v
todo lo que llevamos dentro. todo lo que en nuestro puño se reúne.
ubicación,
escape,
senderos,
senderos de esos en que la noche se funde en los caminos, las orillas,
las pupilas que iluminan el abismo, las
garras que escriben en las piedras
el poema de las navajas y la sangre. ¡tanta sangre!
las gaviotas equivocan el vuelo.
la arena
se quiebra, despeña
su certeza.
el presente fue, las palabras se repiten, los disparos fallidos siempre
aciertan. yo
fallé. y en mí no equivocaron las navajas su marca. yo siempre quise todo menos
la memoria.
y es lo que nos sobra.
vi
a medida que avanza la noche, que cruje la escritura en esta hoja, en este lápiz, en este vasto mar, en este vasto páramo, pienso —desde mi yo, desde mi ahora— en lo que hasta hoy he escrito. pienso en las palabras, en cómo brotan, en el porqué de cada palabra junto a cada recuerdo, como foto y pie, como espejo de tinta o de grafito: pequeña constelación, pequeño poema. no es esto. no es esto lo que busco hoy, esta noche, tan lejos de todo, tan cerca de la incertidumbre. los gatos de la duda ¡ah! comieron mi lengua. y no es esto, no es esto lo que busco.
vii
moverse. buscar. perseguir.
las sombras son las sombras.
al final del poema está lo opuesto de la noche.
moverse. buscar. perseguir.
vendrán los gatos. vendrá su color, su frágil música.
vendrán los gatos.
las sombras son las sombras.
lo opuesto de la noche es un misterio.
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