Malanga al alfil
¡Malanga al alfil! Dije
Y perplejas, las ratas se miraron.
Que las hormigas decidan. Dijeron (susurraron)
Y cual siempre,
levantaron un gran promontorio de polvo,
que alguien,
algún día,
llamará Babel
Gárgolas
A mil y metro del piso,
a m i l í m e t r o por suspiro
espeso el paso de su sangre al mover los músculos,
al tirar de los tendones cursivos.
Casi quietas, calmas,
miran la plaza,
con la filosofía entre las garras
y el habla trunca bajo el paladar hendido.
Esperan que el viento lleve la siesta al fauno;
y que comiencen los lamentos del estío.
En el momento preciso,
(con el sombrero ladeado así,
como de malamigo)
descienden, por fin,
a recoger su polvo,
a caminar un rato,
a contar los pasos de los presos,
los suspiros de los idos;
descienden como un párpado leporino,
a buscar geranios en el asfalto,
y alguna colilla que les cobije del frío...
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