No. 152/NUEVA NOVELA ITALIANA


 
Italia: nota sobre los jóvenes escritores


Dianora Zagato
INSTITUTO ITALIANO DE CULTURA


Es necesario retroceder a las últimas dos décadas del siglo recién concluido para intentar contextualizar el fenómeno de los jóvenes escritores italianos nacidos después de la década de los setenta, de los cuales proponemos a cuatro en este dossier preparado para Punto de partida. Veamos los años ochenta en Italia: encontramos a grandes escritores que emergen de las neovanguardias y del post-68. Son figuras importantes, del calibre de Tabucchi, Del Giudice, De Carlo, Veronesi, Benni, Baricco, Vassalli, Tondelli, entre otros. Mas son escritores con trayectorias personales aisladas, sin ninguna transversalidad que relacione sus experiencias.

Debemos recordar también que la crisis que enfrentó la industria editorial italiana en aquellos años: los ochenta —en particular en sus inicios— fueron dedicados a la reorganización, el financiamiento, el análisis de mercado y el saneamiento de los presupuestos. En ese momento, la principal preocupación de las editoriales era contener las pérdidas generadas por una contracción en la demanda debida a un imprevisto estancamiento en la lectura; la masificación de la cultura de las décadas anteriores promovió un crecimiento excesivo de la producción editorial, frustrado luego por una realidad que ponía en duda el futuro del libro al vislumbrarse la ampliación de los campos multimediáticos y la afirmación de una civilización basada en las imágenes. A estas condiciones se suma otro factor: las editoriales, anteriormente alimentadas de alguna forma por proyectos políticos y culturales, se encontraron, en esos años en que los partidos políticos históricos se derrumbaron, sin “garantía”, enfrentando un mercado duro y desafiante. Esto obligó a la industria editorial a reestructurarse radicalmente como empresa y a aceptar inyecciones de capital ajeno a ella, empleando gerentes provenientes de otros campos e implementando una estructura comercial.

Entre los escritores de esa generación, Pier Vittorio Tondelli (1955-1991) contribuye al cambio al crear un fenómeno que será asumido como modelo por muchos escritores jóvenes en la década siguiente. Su proyecto Under 25 abrió el camino a nuevos autores y tuvo, inclusive, un importante éxito comercial, constituyéndose en un caso sociológico-editorial. En 1988, Tondelli dirigió en la editorial Mondadori la serie “Mouse to mouse”, dedicada a la promoción de narradores cuya obra reflejaba los cambios de la sociedad y de la escritura al explorar aquellos terrenos culturales que no se podían reconducir inmediatamente a la literatura y a sus prácticas. Buscó entonces las temáticas en el mundo de la moda, la publicidad, las artes figurativas, el espectáculo, la música. Indagó entre los temas juveniles, hurgando en los ámbitos rockeros del underground metropolitano y en la aceleración consumista, con la continua transcodificación e interacción entre los códigos literarios y los de los media como desacralización de la literatura (mismos afanes que veremos retomados y amplificados hasta el exceso en los años posteriores). Como dice Silvia Ballestra, “Tondelli ha abierto las habitaciones de su escritura, enseñando sus herramientas a una generación de ultra-jóvenes que esperaba solamente ser alentada, entendida, puesta a prueba”.

Los años noventa son explosivos y densos en su producción. Proliferan los talleres literarios, crecen la intertextualidad y la experimentación. Los nuevos escritores se agrupan y reconocen en contenidos y estilos o, más en general, en una tendencia, volviendo propios los desbordantes mercados multimedia, brindando nuevos espacios y posibilidades de interacción al público lector, con el uso de los webzine (folletos literarios on line) y los blogs personales. De esta forma, el “placer” de la lectura se difunde entre los jóvenes al invadir ésta un campo de consumo antes ocupado casi en su totalidad por los cómics y la música. La escritura se vuelve una práctica vital para el público juvenil en la búsqueda de sí mismo.

A partir de 1994, en los primeros años de la masificación de internet en Europa, cientos de artistas y activistas políticos europeos deciden adoptar una misma identidad —Luther Blissett— y se organizan “para desencadenar el infierno” en la industria cultural. Es un plan de cinco años, que tendrá diferentes usos y aplicaciones libres en los movimientos de contracultura y en la comunidad europea de hackers. En Italia, un grupo de cinco escritores publica Q (Einaudi, 1999), una novela magistral ambientada en el siglo XVI, en la cual las herejías, las luchas y las guerras espirituales de la época llevan a los lectores a reflexionar sobre su actualidad. Al finalizar el “plan” de cinco años, en enero de 2000 el grupo se reformula con el proyecto Wu Ming (anónimo, en mandarín), y bajo este seudónimo, los cinco escritores publican varios libros colectivos e individuales. El fragmento incluido en esta muestra corresponde a Grand river. Un viaggio, una novela “del lado equivocado de la Historia”: la vida de Joseph Brant, jefe de la nación Mohawk, y su hermana Molly, enemigos de la revolución norteamericana y todavía considerados como tales por la Historia oficial de Estados Unidos pero, en cambio, homenajeados en Canadá, aunque actualmente olvidados.

Al lado de la escritura tradicional, una corriente de lenguaje de los escritores jóvenes se apropia de inflexiones dialectales y regionalismos, de distorsiones sintácticas; inclusive llega, en algunos casos, a convertirse en lenguaje imaginario. Se utiliza una lengua sustancialmente apegada al habla, que sustituye el lenguaje por los objetos. Marco Missiroli, en Senza coda (Fanucci, 2005) —en cierta forma revisitando las novelas de Tiziano Scarpa del periodo caníbal (final de los años noventa)—, relata, con un lenguaje afable, íntimo y familiar, el mundo privado de un niño, la durísima, violenta, inaceptable realidad.

Una mirada fuertemente irónica al horror tratado con ligereza caracteriza otras formas de la escritura finisecular italiana: splatters, pulp, bad girls, son testimonio de un mundo reducido a eslogans, publicidad, crudeza erótica, violencia espectacular y gratuita. Un ejemplo es Blackout, de Gianluca Morozzi (Ugo Guanda, 2004; Tea Libri, 2007), novela en la que el juego y el horror son llevados con ironía a sus máximas consecuencias.

La música es una banda sonora de referencia en la producción de muchos nuevos escritores, aun si el repertorio no es, en su mayoría, contemporáneo del mundo descrito y, por lo tanto, no representa un contexto documental de las historias. Tiene un valor más bien connotativo, un código lingüístico. En Jack Frusciante è uscito dal grupo (en realidad se refiere a John Frusciante, ex guitarrista de los Red Hot Chili Peppers, quien se vio obligado a dejar el conjunto por un tiempo), el autor Enrico Brizzi crea un ambiente con estados de ánimo evidenciados por las piezas musicales que acompañan la historia del “viejo Alex”, estudiante de preparatoria, mientras corre como rayo en su bicicleta por las calles de Bolonia. El lector debe tener un amplio conocimiento musical para descifrar o comprender los matices del estado de ánimo, las emociones y los miedos del protagonista, un post-adolescente que se enfrenta a los dolores y la incertidumbre propios de la edad. Aun así, desde el enfoque lingüístico, la escritura de esta novela respeta rigurosamente las normas sintácticas, y el modelo hablado está remarcado sólo por la jerga juvenil y por un uso peculiar de mayúsculas y minúsculas.

El arte es un elemento común a la joven literatura italiana, que fluctúa entre géneros expresivos distintos como la música, la pintura, la fotografía, el cine. El arte visual —en particular la materia de las cosas— y el desarrollo de la descripción estética son tópicos recurrentes en varios autores, en particular en la escritura de las mujeres. La colocación asumida por el cuerpo que actúa y comunica como sujeto hablante; el cuerpo que ocupa un espacio real o imaginario y adopta un punto de vista, evolucionando, consciente a su vez de que estos elementos constituyen el límite desde el cual se puede mirar el mundo. La escritura de las mujeres toma distancia del espacio de las paredes domésticas en todas sus acepciones. Isabella Santacroce pone gran atención al ambiente, a la familia “tentacular” italiana, al consumismo exasperado, al concepto de corporeidad. Expone una idea diferente respecto a la representación del deseo y del placer sexual, con sus acercamientos insólitos; una sinceridad desesperada al hablar de su actitud frente al amor y al sexo; la necesidad de la música no sólo como trasfondo de su escritura sino como elemento imprescindible para dotar a la palabra de sentido; la escritura para comunicar el dolor de vivir, el ritmo que fuerza la vida de los jóvenes, acomunados entre sí por una generación desubicada en este proceso doloroso del existir.

En Lovers, Santacroce habla de la amistad entre dos muchachas adolescentes; relata la historia del descubrimiento del amor y del aniquilamiento del yo en este doloroso proceso de crecimiento. Es una “canción” (como ella misma la define) sobre la amistad y la juventud en una carrera hacia lo ignoto, el sentimiento de discontinuidad hacia los demás.

Un caso aparte es el de Roberto Saviano, con Gomorra. Viaggio nell’imperio economico e nel sogno di dominio della Camorra (Mondadori, 2006), ganador del premio Viareggio Opera Prima. Gomorra es una investigación periodística escrita en primera persona, que revela los misterios del Sistema, la Camorra, una estructura del crimen organizado del área de Nápoles que ha superado como potencia económica y en cantidad de afiliados a Cosa Nostra. Es un libro de despiadada denuncia y análisis social, un trabajo valiente y que obliga actualmente al joven escritor a vivir bajo escolta.

La narrativa contemporánea italiana presenta además dos tendencias paralelas y significativas sobre la “presencia” y la “ausencia”: presencia en cuanto a lo que se relaciona con el mundo y el vivirlo intensamente; ausencia como falta de una conciencia que aglutine la experiencia hacia una forma de integración con la realidad. Paolo Giordano (ganador del premio literario Strega 2008) debuta con una novela en la que dos jóvenes, con un pasado terrible, llevan la conciencia de su diversidad y su condición de ajenos al mundo hasta un punto que los separa definitivamente de él y los conduce a rendirse a un aislamiento total. Es en la ausencia donde se puede inscribir, por ejemplo, el cuento de Matteo Galiazzo, “Gestalt”, publicado en el volumen Anticorpi. Recconti e forme di esperienza inquieta (Einaudi, 1997), que no habla de ninguna conciencia efectiva: describe una entidad sin especificidad que habita el cuerpo de un joven, Luca, y que trata de entrar en su vida, en sus acciones —por cierto humorísticas y extrañas—, a la espera de lograr salir de su inmaterialidad y tomar consistencia en el estereotipo del licántropo, en un montaje que seguramente retoma o recuerda los videoclips y recupera esa experiencia narrativa que no huye de los media, sino más bien se sumerge en ellos, apropiándose de su lenguaje y de sus imágenes, reflejando sus reglas y mecanismos.

 



Dianora Zagato es lingüista y traductora; ha trabajado por varios años en el Centro de Enseñanza de Lenguas Extranjeras de la UNAM. Desde 1991 es responsable de la Biblioteca Gaspara Stampa del Instituto Italiano de Cultura de México.