Mucho se ha hablado de las posibilidades de la internet como elemento de cohesión entre literaturas de regiones distintas. Y sí, la proliferación de blogs y páginas dedicadas al tema ha logrado establecer vínculos entre jóvenes escritores, inimaginables hace dos décadas. Sin embargo, es sorprendente lo desconocidas que resultan algunas literaturas cercanas y —afortunadamente— lo diferente que pueden ser éstas incluso dentro de un mismo territorio, sobre todo si éste es tan extenso como México. Con esta premisa, Punto de partida sigue la tradición impulsada en los años setenta y ochenta por el poeta Marco Antonio Campos, de tender puentes de tinta entre latitudes de habla española. En números anteriores hemos abordado algunas muestras de nuevas literaturas regionales, como es el caso de la poesía de Chiapas, la de Colombia y la del Cono Sur, o las jóvenes letras andaluzas, convencidos de que el conocimiento de otras voces, otras poéticas, otras visiones, redunda en el enriquecimiento de la propia voz. Esta vez, el narrador y poeta Carlos Velázquez emprendió la tarea de aglutinar una serie de narraciones de siete escritores nacidos en los años setenta en su natal Coahuila, para conformar una selección de los que él considera “los episodios más afortunados de la narrativa coahuilense de los últimos diez años”. Consciente del riesgo que implica toda labor antológica —y de la inevitable subjetividad inherente, agrego yo—, Velázquez recoge para Punto de partida una serie de ficciones publicadas en distintos medios —a excepción de un cuento inédito de Daniel Herrera—, que reproducimos aquí con la autorización generosa de sus casas editoras y de los propios autores —a unas y otros agradecemos encarecidamente. Como el antólogo refiere en su presentación, es insoslayable el carácter experimental de los textos seleccionados. Esto y las afinidades temáticas en algunos, formales en otros, le confieren a la selección una unidad que supongo tiene que ver con la no inclusión de otros autores de la región.
La muestra empieza con dos cuentos de factura impecable, obra de Julián Herbert: “El Sindicato de la Serpiente” y “Mariana”, que dan fe del amplio espectro que cubre la prosa de este autor nacido en Acapulco pero saltillense por elección. Alejandro Pérez Cervantes está presente con dos relatos de su libro Murania, editado por el Fondo Editorial Tierra Adentro: a manera de biografías, Pérez narra las vidas de dos personajes que asumo ficticios, la conexión entre ambos por la música y sus devenires en una suerte de interregno entre Estados Unidos y México. Les sigue el carácter hermético, críptico, de “Los días ilustres” y “Dialéctica de imán y limadura”, de Carlos Reyes Ávila.
Los textos de Vicente Alfonso incluidos en este número refrendan el mencionado carácter experimental, desde dos vertientes: en el caso de “Cadáver a tres voces”, el autor vela la anécdota con el lenguaje; en el capítulo seis de su novela Partitura para mujer muerta, juega con la forma y combina distintas visiones de un hecho al narrar a través de una declaración ministerial. Me atrevo a afirmar que la lectura de este fragmento es una invitación irresistible a la novela, editada por Mondadori.
Luis Jorge Boone, autor de varios poemarios y del libro de cuentos La noche caníbal, participa aquí con un relato tomado de este último: “Laberintos circulares”. Dividido en tres fragmentos, de aliento borgeano, en cierta medida rompe —en forma y tema— con la tónica de la muestra. Un relato inquietante en el que el protagonista, como el uruborus que nombra el tercer fragmento, acaba consumido en una suerte de profecía autocumplidora: es imposible huir de aquello que han profanado sus ojos.
En contrapunto, “Locas debilidades”, de Wenceslao Bruciaga, es un cuento desbordado en imágenes, rebosante de violencia sabiamente justificada, cercano a la estética cinematográfica (me resulta inevitable la referencia a las primeras películas de Tarantino e incluso a la memorable Fargo de los hermanos Coen). Y para cerrar la muestra, Daniel Herrera con dos textos: el primero, un fragmento de novela de carácter introspectivo desde el título mismo —“Pienso en eso”—; el segundo, “La destrucción y el orden”, una magnífica pieza de humor negro con un sorprendente y justamente dosificado desenlace.
Coherente con el contenido del número, el artista plástico José Jiménez, paisano y coetáneo de los autores incluidos, ha realizado una serie de ilustraciones que empatan en forma y motivos con los textos que componen esta selección al incorporar elementos de otros lenguajes —tipografía, manipulación digital de archivos web, cómic— en una serie de collages que transitan en su propia historia de manera paralela al texto. Como complemento, incluimos también las reseñas de dos poemarios publicados por el Instituto Coahuilense de Cultura: Sastrería Williams de Alberto Silva y Signos del viaje de Gerardo Carrera. Queden pues estos siete narradores de Coahuila como botón de muestra para nuestros lectores.
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