Tabasco es la cuna de tres poetas fundamentales del México del siglo XX: José Gorostiza, Carlos Pellicer y José Carlos Becerra. Quizás por la resonancia de sus voces en el panorama nacional, por el centralismo cultural prevaleciente o por el aislamiento, la nueva poesía tabasqueña es poco conocida a nivel nacional. Con la intención que ha animado a esta revista a lo largo de su historia, de difundir literaturas distintas, y que se ha concretado en una serie de muestras regionales, esta vez Punto de partida publica a diez poetas nacidos en ese estado del sureste mexicano en las décadas de 1970 y 1980. La apuesta del antólogo, el también poeta Álvaro Solís, ha sido presentar a una serie de jóvenes cuya obra ha sido escasamente difundida en el resto del país.
Los poetas seleccionados comparten una formación literaria forjada en talleres impartidos por escritores residentes y foráneos, a diferencia de muchos de sus coetáneos de otros puntos de la República, que cuentan con una carrera en letras. A pesar de que son autores muy distintos entre sí, sorprende en varios de ellos la presencia divina como motivo e interlocutora, lo cual también los distingue de la mayoría de los jóvenes publicados con anterioridad en estas páginas —recuerdo sólo casos similares entre los poetas colombianos reunidos por Federico Díaz Granados en el número 146 de esta revista.
Álvaro Solís integró en su selección original a dos poetas nacidos en los años sesenta: Jeremías Marquines y Antonio Mestre. Dado que el segmento literario del cual se ocupa esta revista abre en la década de los años setenta, éstos no forman parte del dossier de nuevos poetas de Tabasco que publicamos. Sin embargo, decidimos incluirlos en la sección El Árbol Genealógico por ser referentes inmediatos para los jóvenes antologados. En el caso de Marquines, Solís afirma que a partir de él “se da un cambio definitivo en la poesía de Tabasco […] El registro de referencia de varios de los poetas jóvenes se trasladó hacia [su] obra”. Entiendo entonces, con base en el análisis del antólogo, que muchos de los poetas jóvenes tabasqueños han podido establecer distancia e incorporar con acierto la herencia de sus coterráneos Pellicer, Gorostiza y Becerra no directamente sino a partir de poetas que les resultan más cercanos en temporalidad y temática.
La selección de poemas, como en las demás muestras regionales publicadas en Punto de partida, está acompañada de una breve poética que es, digamos, una explicación de motivos de cada autor, y que puede resultar interesante para nuestros lectores más jóvenes, aquellos que se inician en el camino de la poesía. Las razones son tan distintas, evidentemente, como los poetas, y van desde la relación de elementos detonantes de la vocación —lecturas, vivencias— hasta imágenes provocadoras como la que dispara Diana Juárez en su comentario: “la poesía es un pastel lleno de abejas”.
Mención aparte merece el material que ilustra el número, una serie de reproducciones en blanco y negro del espléndido trabajo del artista tabasqueño Javier Pineda, a quien agradecemos encarecidamente su ayuda y autorización para el uso de su obra en estas páginas.
Carmina Estrada
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