No. 155/DEL ÁRBOL GENEALÓGICO |
|
Poemas |
Jeremías Marquines |
|
Lamed De El ojo es una alcándara de luz en los espejos MIENTRAS HABLO, el tiempo teje brilladoras en las aguas, los peces siguen el punto que a la luz conviene y en suma ligereza el corazón semeja un continente hundido. Mientras hablo, la cabeza de Dios es tímida criatura de colores. Allá, la sangre de las vírgenes se mueve entre la ola y la llama, por los tejados el amor es un trance como de matriz parturienta: el perfecto equilibrio, un profundo deslizarse a la sublimada abominación del signo. Mientras hablo, en otra parte alguien finge los pretextos del ahogado, el apetito voraz de la mañana cuando pasa un cadáver en invierno y nos saluda con su risa de gramófono, desmintiendo la música inicial de la ternura, una canción que nos recuerda el rostro de la multitud deshojando flores. Digámoslo así: la cabeza de Dios es un continente hundido. De El ojo es una alcándara de luz en los espejos
|
4 |
Afuera llueve. Unas mujeres colocan flores de nomeolvides y azucenas sobre el cuerpo núbil de la muchacha. Los hombres han sacado una botella de aguardiente que entre risa y rezos beben a sorbos para que no entre en sus cuerpos vacíos lo de espanto y desamparo. |
De De más antes miraba los todos muertos
Para Citlali Guerrero
De Varias especies de animales extraños cubiertos de piel jugando en una cueva con un pico mientras Richard Dadd observa desde un calabozo de Bethlem
|
Ya mucho se dijo de la tristeza, que el amor es una espesa humedad de madera en la estación lluviosa, la oscura membrana en el ojo de los ahogados incitando al naufragio. Un olor de insectos que extrañamente revelan nuestros huesos donde pululan en secreto animales prohibidos. |