I
de nadie son estas falsas luces
este chocar de copas
estas cuidadas muecas de vecino bueno
uno se despide ante el espejo
y se echa de nuevo a la calle
pisa las mismas grietas de la acera
el mismo estiércol seco de todos los perros del barrio
menos del tuyo
porque no tienes uno que te ofrezca un rabo alegre si regresas
y repites el mismo camino
y no piensas en la muerte
y la muerte existe y busca y encuentra
pero no la ves
y vuelves de noche
y abordas la misma acera
y cruzas el umbral
y no la ves
y Mario está envuelto en todos sus dolores
el riñón seco
el cansancio agudo
el hígado obsoleto
y la bandera blanca del vencido en la mirada
y no la ves
a ella no la ves
pero suena el teléfono e imaginas su voz
y piensas en la línea horizontal en la pantalla
y en Mario
que vacío de dolores
apaga la luz
y sonríe
II
la muerte era una angustia lejana
era un trámite extraño
era ciertos rostros aturdidos y sus ojos
también solía ser el café oportuno a la hora en que las velas se van
adormeciendo
justo cuando dentro flota Dios en un murmullo de oraciones
y en la acera de enfrente
alguien pierde con visible enfado su última mano de póquer
así de ajena era la muerte
hoy es una madrugada con neblina
las pastillas intactas en la cómoda
y un golpe en el corazón
cuando suena el teléfono
III
nada te llevaste
nos dejaste todo
te quedaste todo
están aquellos que inauguran con su huella otros caminos
sé de otros que bendicen nuevas aguas
con el fuego de sus labios marchitos
pero tú nada te llevaste
tu último regalo fue una flor de luz en la sonrisa
me lo dijo tu muchacho
el que perpetua tu nombre
el que echa a olfatear su corazón
por todos los rincones de esta casa que siempre te respira
de estos muros donde paso mi mano y te encuentro
de este suelo sumiso a tu andar sordo y leve
nada te llevaste
porque nada se llevan los que nunca se marchan
los que incendian sus naves
con una flor de luz en la sonrisa
IV
Mario amaba el cine
poco menos que a Elena
quien amaba a Mario mucho más que a la voz de Raphael
Mario odiaba las armas
excepto si Clint Eastwood cortaba de un tiro la soga de la horca
o si Charles Bronson mataba delincuentes
desde la ventana de una viejecita
por ahí andaba su noción de justicia
amar y odiar con equilibrio
una noche los hombres de la causa le ofrecieron la inmortalidad en la línea de
fuego
a Mario le bastó señalar a sus cuatro hijos
para que ellos se marcharan con una mordida en el pecho
otra
llegó la Guardia a buscar armas
y los niños dijeron que ésas no son cosas para preguntar a los chicos
y ellos se largaron
con una vergüenza más en sus pesados cascos
Mario amaba a su moto poco más que a la mesa de billar
pero una mañana
Elena recibió una bolsa con ropa llena de agujeros y sangre
y corrió al hospital
a Mario nunca le devolvieron sus pantorrillas
y la moto
en calidad de pieza de museo familiar
se fue haciendo nostalgia enmohecida
jamás se supo quién hizo gritar la metralleta aquella noche
pero seguro que no fue Clint Eastwood
seguro que no fue Charles Bronson