No. 159/DEL ÁRBOL GENEALÓGICO


 

Extinciones




Josu Landa

 



Extinciones V

Doy con un pedazo de hilo en el suelo:

     busco a los lados,
     hacia atrás,
     hacia delante,
     allá,
     acullá:

     nada:

     ni rastro de Ariadna.

                                                    ***

Su mirada y la mía se acaban de cruzar. 

        sus ojos son mis ojos.

                                                    ***

Aun en el suelo, las flores de las jacarandas dictan el vivo furor de la primavera.

                                                    ***

Llego al parque.
     Todas invitan a entrar en tratos intensos con el mundo:
     los árboles en su apogeo,
     el estanque quieto como el instante,
     los pájaros hirviendo de vida…

Y lo único que me nace es leer el periódico.

                                                    ***

Cae algo al estanque:

     el cielo enclavado en la superficie del agua se traga los círculos
     concéntricos.

                                                    ***

Acabo de abofetearme.

     La mosca que debí haber aplastado en mi mejilla huyó otra vez a lugar
     seguro.

     Cada uno de sus asaltos a mi piel ha de confirmar mi olor a muerto.

                                                    ***

Baila el fuego con el viento:
     
     temblor de sombras.

                                                    ***

Cae una hoja y espera con paciencia que la Tierra le abra sus puertas.

                                                    ***

Los gallos se desgañitan en la madrugada. 

     La luz tarda en aparecer. 

     Y ¿a quién le importa?

                                                    ***

Como todas las noches, hoy llovió a cántaros.

     Como todas las noches, los sapos buscaron la carretera para darse baños de
     vapor 
          sobre el pavimento tibio.

     Como siempre, los coches pasaron por la carretera y aplastaron montones de
     sapos.

     Como todos estos días, hoy amaneció la carretera encharcada de sapos 
     destripados.

     Como siempre, los coches siguieron pasando y pasando por la carretera.

     Y nadie vio nada extraño en la masacre.




Extinciones VII

Aroma de pinos en la montaña, al viajar por la autopista.

     Al fondo de la niebla, la gran ciudad llena de polvo, humo, miseria y ruido.

                                                    ***

Se me acerca la tórtola adonde estoy sentado.

     Picotea mi sombra con fruición, con desespero.

     ¿Qué será lo que diga, cuando se ponga a cantar después de irse?

                                                    ***

La veo pasar en su bicicleta, con sus shorts apretados, el torso y la cintura descubiertos.

     En la noche, la imagen de su muslo firme, la cadera perfecta, la entrepierna 
     prevista… me calienta la sangre.

                                                    ***

Lo leo en el periódico: 
     están desapareciendo las abejas en todo el mundo.

     ¿Seguirán después las flores?

     ¿Seguirá el poema que alberga las flores?

     Nadie podrá responder con miel.

                                                    ***

Todo parece estar en contra:

     la bicicleta añeja, el sol imperativo del trópico, la cuesta apenas perceptible pero infinita, la endeblez de mis piernas hechas a la molicie, la fuerza de la gravedad, el movimiento imperceptible de la tierra que nunca parece favorecer a uno, los perros anticiclistas siempre irritables en su miseria eterna…

     y sin embargo… me muevo.

 

Josu Landa (Caracas, Venezuela, 1953). Poeta y filósofo, ejerce la docencia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Su ámbito de investigación se centra en la filosofía de la literatura y la ética, en publicaciones como Más allá de la palabra (UNAM, 1996) y Poética (UNAM, 2002). Es autor de los poemarios Bajos fondos (UAM, 1988), Viaje a Cipango (Fondo Editorial del Caribe, 1990), Los tankas de Arropain (Laida, 1991), Falasha/Falaxa (CVM, 1992), De anímulas, viajes y otras falacias (antología), Lagarto (1995), La luz del vano (antología, UNAM/Biblioteca de Letras, 1996), Treno a la mujer que se fue con el tiempo (Arlequín/FONCA, Sigma, 1996; Arlequín, 2006), Estros (BUAP/Luna Común, 2003; Monte Ávila, 2005), así como de Zarandona (CVM, 2000) —la primera novela endógena de la diáspora vasca que comenzó en 1935—.