¿Cómo se reinventa un país atravesado por una línea imaginaria? ¿Qué carga simbólica tiene para sus habitantes vivir justo en la mitad del mundo? No sé si este tema, de por sí poético, permee la poesía ecuatoriana, pero sí observo que el arraigo, la mención del espacio —la casa, el campo, la playa, la ciudad, la página— es un motivo en la obra de estos jóvenes antologados por el también poeta Xavier Oquendo para este número de Punto de partida: siete hombres y seis mujeres que abordan un abanico temático y formal que da cuenta de la diversidad de caminos transitados por la poesía del país sudamericano.
La literatura ecuatoriana ha sido, según se infiere de la presentación del antólologo, invisibilizada hacia el exterior por distintos factores, entre ellos el boom latinoamericano y el peso de nombres y obras gigantescas como las de Vallejo, Borges, Neruda y Huidobro. En números anteriores, esta revista ha atisbado en la producción joven de aquel país con la publicación de escritores como Juan José Rodríguez (Ambato, 1979), Wladimir Zambrano (Guayaquil, 1984) y Ernesto Carrión (Guayaquil, 1977). Esta vez abrimos la ventana de par en par con el ánimo de mostrar este grupo de autores nacidos en los años setenta y ochenta.
En su texto de apertura, Oquendo hace un recorrido puntual por los distintos momentos de la poesía de su país, desde la Colonia hasta la actualidad, y expone ampliamente su carta de motivos: a la hora de seleccionar a los escritores pretende “no llover sobre mojado”, busca “estilos, no nombres”. Los poetas que conforman la muestra tienen todos una trayectoria en el mundo literario ecuatoriano, varios libros publicados y son, a decir del antólogo, “13 voces distintas entre sí […] voces cultivadas en estilos definidos y distintos”.
Como complemento al texto —a veces por contraste, otras en franco paralelismo— destaca la obra de la artista digital Lorena Cordero, quien generosamente comparte con nosotros reproducciones de dos series de piezas fotográficas ampliadas en microcerámica: una de carácter urbano con cierto toque onírico y otra de retratos manipulados con efectos dramáticos. La propuesta estética de Cordero cierra el círculo: poesía e imagen del Ecuador, un país en la mitad del mundo, umbral difuminado al norte y al sur.
Carmina Estrada
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