Poética
La poética de un autor se concibe como una ciencia literaria íntima, donde cada quien ordena en indeterminado esquema sus principios y reglas en cuanto a su escritura. A estas alturas del partido entiendo y celebro que un mismo o una misma poeta pueda estructurar el conjunto de su obra alrededor de diversas y variadas poéticas, sin tener por esto que escudarse bajo “falsos” —por diferenciadores— rostros o disímiles alias. De ahí que cada época, situación, persona o personaje se despliegue a través de la obra literaria bajo la tutela de diferentes actitudes discursivas.
En mi caso y dado lo poco dotado que soy para referirme a cuanto atañe a mis motivos, principios y reglas, me permitiré remitir estas líneas a un par de textos que se exponen como presuntas artes poéticas:
Consigna tus herramientas,
espiga el campo
en que el sol elabora su grandeza.
Que tus obras caminen solas,
que no necesiten de ti para habitar.
Que las páginas que signes
callen tu nombre y tengan el suyo propio.
De Polvo fue su piel; apuntes para una segunda edición
Poema
Al hablar usaste mi boca
tomaste mis manos para decir
Y esto que has grabado en la piel
son las voces para el viaje
El lenguaje se levantó ante mis ojos
y juntos le dimos un nombre impío
Inédito
Poema 1
Tu nombre al inicio de la página
anticipa el esfuerzo
del artesano:
recoger el barro,
crear figuras,
llenar de presencias el vacío.
De Polvo fue su piel; Col. Litera Prima, No. 1, 2000
Poesía
No existe oración
que te salvaguarde.
Tu saber
es dirigir esta gramática,
conjugar la ansiedad,
verbalizar este deseo.
Cada verso
que intenta poseerte
extingue los códigos.
No hay lenguaje.
Incierta es la región
cifrada por los labios.
De Madera muerta, Universidad de Cuenca, 2008
Poseidón
Tantos años
y es igual la deriva.
Este mar cubrió al mundo
negando a mis velas el reposo.
¿Para qué estacas ardientes,
si este océano me eleva
a mayor oscuridad?
Esta barca es
la incertidumbre del salitre,
un pueblo a mis pies
que no halla horizonte,
áncora inevitable.
A otros les pertenecerá
redimir la travesía;
que se diga
que fui hombre próspero,
que tuve casa y descendencia
y un mundo fértil.
Un dios se deleita en mi osadía.
De Madera muerta
Lamento de Ulises
2.
Tus manos confunden la luz,
distancian mareas. Mi poniente
es la madeja que desgastas.
Repaso noche a noche
los astros que vinieron.
Tu rostro se repite en cada puerto,
pero algo de ti no tienen esas visiones.
Ahora sé que no todo nos estaba permitido.
5.
Jamás encontraré palabras para morir.
Mis frases conocen el mar,
el fragor de la pelea y la muerte de otros.
Mis labios hablan para mi prole.
Mi boca conjura tu vientre.
Jamás tendré palabras para mi muerte
porque en ti está mi casa,
en ti está lo que soy
y fortuna
azar o destino
no existen,
porque tú eres la llama que mueve el universo.
De Madera muerta
Desobedientes papeles
4.
Te sientas sobre la cama, levantando tus miembros
de entre los despojos del amor,
convocas mi cabeza al sosiego que se acomoda en tus rodillas
tus manos acarician mis cabellos
y procuro no olvidar jamás este momento aunque lo olvide.
Más tarde, al verte dormir otra vez;
puede que este día o mañana o pasado;
persistirán en mis sienes tus ternuras
y haré con ellas un conjunto
que al descanso invite,
cuando agotadas mis manos del acontecer diario
se junten para escribir estas frases.
5.
Nunca escribimos para alguien que esté vivo todavía
Realmente vivo quiero decir:
a una distancia que bien podría ser una vida mezquina
o una orfandad generosa, un buscar entre las fundas de desechos,
un correr tras un balón gastado, un mirar las estrellas (su interior de sombra),
un decir las cosas sencillas y burdas de la manera más llana
sin estupor ni falsas apariencias.
No temo decir que éste es mi corazón y que sangra y hiede —a veces—
porque un ser que no conozco detiene su lectura y se dice:
“mi corazón sangra y hiede, también, a veces”.
De Desobedientes papeles, inédito
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