No. 161/EL RESEÑARIO

 
Cartas de amor a la ciencia
(y a la racionalidad)



Arturo Vallejo Novoa




Richard Dawkins
El capellán del diablo
Gedisa, Barcelona, 2008
 




 

En 1976, Richard Dawkins (Nairobi, 1941) portada-capellan.jpgintrodujo con El gen egoísta la idea de que somos instrumentos autómatas programados a ciegas con el fin de preservar los genes. Algo parecido a resolver el dilema clásico proponiendo que la gallina sólo sirve para que los huevos se reproduzcan. Con esta novedosa perspectiva, Dawkins revolucionó la manera de estudiar la genética y la evolución, y de paso causó el enojo de los defensores del altruismo en la naturaleza. Ese mismo libro también contenía otra aportación de resonancia actual: el concepto de meme, las unidades culturales o ideas que se replican de persona a persona siguiendo un proceso de evolución similar al de los genes. Desde entonces, la figura de este biólogo evolutivo no ha dejado de crecer. Su labor como comunicador de la ciencia lo ha convertido en uno de los voceros más influyentes del campo científico hoy en día.

En 2008, Gedisa reeditó en nuestro idioma El capellán del diablo, antología que reúne artículos, conferencias y reflexiones de Dawkins. Se trata de un libro que solía ser difícil de conseguir en nuestro país, pero felizmente está de nuevo al alcance sin tener que recurrir a las compras por internet ni a esperar semanas temiendo que nuestro pedido se haya perdido en el camino. Repartidos en siete secciones principales, sus 32 ensayos se entrelazan mediante introducciones que el autor escribió especialmente para esta edición. En el medio académico son célebres sus debates con personajes como Stephen Jay Gould, en los que han discutido aspectos específicos de la teoría de la evolución y sus interpretaciones modernas. Su campaña en contra de la religión y la idea de Dios, sin embargo, ha sido mucho más mediatizada y le ha valido vender millones de ejemplares de su libro El espejismo de Dios (2006). Estos dos aspectos de la obra de Dawkins puede encontrarlos el lector en El capellán del diablo.

En la primera sección, “Ciencia y sensatez”, corren preguntas como: ¿debemos otorgar derechos a los simios grandes tomando en cuenta que es tan poco lo que nos separa de ellos y que nosotros mismos somos simios africanos?; ¿es la selección sexual la causante de las diferencias de apariencia (color de piel, tamaño corporal, rasgos faciales, etcétera) que vemos entre los pobladores de las diferentes regiones del mundo, diferencias que desde el punto de vista genético son menores?; ¿por qué si hubiera vida en otros planetas tendría que seguir el mismo patrón de evolución darwinista que en la Tierra?; y ¿cuál es la diferencia entre un plano y una receta o por qué la genética no determina la orientación sexual de las personas? El título del libro —y del primer ensayo— proviene de una frase escrita por Darwin en 1856 y le sirve a Dawkins para explorar por qué ninguna inteligencia superior podría haber creado un mecanismo tan aparentemente cruel como la selección natural. Justo lo que cabría esperar de un sistema despilfarrador que carece de planificación. Sin embargo, afirma usando las mismas palabras de Darwin: hay belleza en esta perspectiva de la vida que justo por temporal y errática es más preciosa.

Una vez que lanzó el concepto de meme, Dawkins se ocupó poco de ello y han sido otros quienes lo han explorado y expandido. No obstante, es fácil adivinar a través de El capellán del diablo que su inquietud por este fenómeno ha persistido. En “La mente infectada”, por ejemplo, describe la religión como un virus mental. Dawkins es activista del ateísmo y nunca ha ocultado su hostilidad hacia la religión organizada (tampoco hacia la desorganizada). A los niños, escribe Dawkins, se les dice que existe el ratón de los dientes y se lo creen; si se les dice que existe Dios o la santa Trinidad, también lo harán. La idea de Dawkins es que la religión es información que salta de mente en mente replicándose de modo infeccioso. Los cerebros de los niños son susceptibles a casi cualquier tipo de sugestión, son vulnerables a las infecciones mentales, ¿qué oportunidad tienen en contra de la religión? No se trata de un asunto viejo y agotado, opina Dawkins, pues aún tiene la capacidad para estrellar aviones en edificios y organizar masacres. La ironía es que a fin de cuentas las religiones, al igual que el resto de las ideas humanas, se transmiten horizontalmente de persona a persona y verticalmente, de generación en generación, siguiendo un proceso cuasidarwiniano. Lo mismo podría decirse de los fraudes que se hacen pasar por ciencia, como la sanación cuántica y la medicina alternativa, por mencionar sólo dos. ¿Qué oportunidad tenemos nosotros si no estamos informados acerca de los principios científicos básicos? La información se transmite, muta para adaptarse, todo con el objetivo de asegurar su supervivencia.

La sección “Toda África y sus prodigios están en nosotros” presenta textos entrañables acerca del llamado continente negro. Dawkins nos da un mensaje fundamental, profundo, que todos los gobiernos del planeta deberían escuchar: es ridículo cerrar las fronteras, la gran mayoría de nosotros somos inmigrantes. En África está nuestro hogar ancestral. En el último ensayo de esa sección, “Héroes y antepasados”, realiza su personal viaje hacia el origen al rememorar los pocos años que vivió en Kenia, su lugar de nacimiento, antes de emigrar con su familia a Inglaterra. Los fósiles y el adn (hardware y software los llama Dawkins) son los únicos registros que nos permitirían regresar a nuestro lugar de origen. Es una mirada hacia atrás, sí, pero también hacia el futuro, pues el autor ve esperanza en este vapuleado continente.

El libro cierra con una emotiva carta abierta que Dawkins escribió a su hija: “Buenas y malas razones para creer”. ¿Una creencia es verdad sólo porque se ha repetido una y otra vez desde mucho tiempo atrás? El fondo del mensaje es que no basta con que nos lo hayan dicho nuestros padres, y a ellos sus propios padres; nada puede ser considerado verdadero si no hay pruebas que lo sostengan; y la tradición, la autoridad y la revelación no son pruebas en lo absoluto. Se trata, sin duda, de una carta escrita desde la racionalidad, pero llena del amor más sincero y profundo hacia su hija.

Resulta imposible abarcar la diversa cantidad de temas y enfoques que Dawkins nos ofrece en la antología. Pero al final, todos los textos son en realidad —como él mismo admite— cartas, cartas de amor a la ciencia que apelan tanto a nuestra imaginación como a la razón.



Arturo Vallejo Novoa (Ciudad de México, 1973). Cursó estudios de cine y literatura. Es maestro en Letras por la UNAM. Colabora en diversas revistas y medios impresos y electrónicos. Su primera novela, No tengo tiempo (Alfaguara/UNAM, 2009), fue merecedora del premio Caza de Letras 2008.