La Feria Internacional del Libro de Guadalajara ha estado dedicada en varias ocasiones a comunidades españolas —Cataluña, Andalucía y ahora Castilla y León. Distintas geografía e historia, distintas expresiones poéticas. Hace pocos años publicamos una muestra de la presente producción literaria andaluza, y sin ánimo de establecer comparaciones quiero destacar lo interesante que resulta revisar la obra recogida en esta revista entonces y ahora, con la intención de contrapuntear el trabajo de escritores que comparten el azar cronológico y la nacionalidad.
Esta vez, Punto de partida abre sus páginas a la nueva poesía de Castilla y León. La muestra fue antologada y presentada por el también poeta Ben Clark, y está antecedida por siete poemas del mexicano Francisco Segovia —de su trilogía inédita Bitácora—, a quien agradecemos encarecidamente la generosidad de compartir sus versos con las nuevas generaciones en nuestro tradicional Árbol Genealógico. La serie gráfica “Imágenes del incendio”, del artista plástico salmantino Pablo S. Herrero, discurre a manera de discurso complementario a lo largo del número.
En las páginas preliminares, Herrero da una suerte de explicación de motivos —como lo hacen los autores seleccionados en sus poéticas—: “la ausencia de color en su obra es una forma de acotación del lenguaje, la pretensión de encontrar un camino más directo hacia lo esencial”. Curioso que sea desde el lenguaje plástico donde se perfile un denominador común en esta muestra de catorce poetas nacidos en los años setenta y ochenta: en su obra se percibe esa cercanía con la esencia a través de la palabra, un lenguaje austero donde no abundan los artilugios, la pirotecnia ni las concesiones. Catorce voces maduras ya —aunque algunos de estos poetas sean muy jóvenes—, permeables tanto a la fuerte tradición literaria de su región como a los nuevos aires de una época en la que su poesía puede ser más conocida fuera que dentro del terruño gracias a la afortunada proliferación de blogs literarios.
Atestiguamos entonces un espléndido abanico de poemas y una selección notable y mesurada que nos permite apreciar no sólo las particularidades de los poetas incluidos sino también distintos registros en un mismo autor —basten como ejemplo los casos de Nacho Abad con una muestra que abarca desde el lenguaje cotidiano, la intención narrativa y la crítica ironía presentes en “Dinero” o “Perdición” hasta el impecable aliento lírico de “Talita cumi”; o de Raúl Vacas, quien lo mismo retoma con maestría la tradición en su “Égloga de los esposos” que desgrana un extenso e íntimo poema en prosa. Junto a ellos, Jorge Barco, Susana Barragués, Juan Cabárceno, Andrés Catalán, Luis Llorente Benito, Pablo López Carballo, Andrea Mazas, Víctor M. Pérez Mateos, Henry Pierrot, Óscar Rodríguez, Rafael Saravia y Víctor J. Vázquez —parafraseando al zamorano Tomás Sánchez Santiago— “nos desordenan la mirada” y dan forma a este número especial de Punto de partida.
Carmina Estrada
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