) Respiradero (
Decir del cuerpo, decir del cuerpo y el vértigo, decir cuerpo y vértigo y decir de la angustia, decir de palabras, de la lengua que quema la inocencia en la última bala que nos queda; decir de lengua, de vértigo; decir de lengua es decir de cuerpo y del cuerpo decir que es lengua, cuerpo y ojo; círculo es decir vértigo, infancia, carne herida; agonía es decir cuerpo, es decir de lengua vértigo, es decir de angustia despojado de mis vendas, filo de navajas, es decir: tradición herida, de lengua, es decir del cuerpo herir lo más sagrado, es decir, de improperios en la angustia, en la desesperación de lo no dicho, es decir, cristo mientras jugamos a hablarle, es decir salvación, ira y ruego; implorar es decir: ansia de cenizas, aire, hiede la misericordia, es decir, hiede la misericordia cuando hieden las palabras en los labios, es decir, vértigo, es decir que el diámetro del cerebro sólo inserta soledades, es decir, inserta látigos en la epidermis cuando la impaciencia paga el precio de la carne.
) Respiradero (
Cristo es el viento, ahí donde hiede la misericordia está cristo, ahí me enseñaron de la misericordia a cambiar los nombres, a decir de las verdades y a hacer de las verdades injusticias, ahí donde es el viento es cristo, ahí donde hiede la misericordia es el viento, ahí está cristo y hay un madero, ahí está cristo y se diría de él, que aún, hiede la misericordia y los días con él y la misericordia con él, ahí hiede el viento irrespirable, los días de redención, las mañanas sin ojos, se diría de las mañanas sin ojos, que los labios han puesto el nombre a mis vértebras, a cada una de ellas inquebrantables e incurables en la pila, agua de pila como mi nombre, se diría de mis vértebras que oscilan en el viento, ahí donde hiede, ahí donde es el cuerpo figura de cristo y ramaje de lo inmediato, se diría de lo inmediato que son mis vértebras, mi nombre a cada una de ellas, mis vértebras en agua de pila, se diría de los ojos y de los labios y de mis vértebras que anudan en el viento, en el rostro del viento que hiede a misericordia, que hiede a compasión, se diría de la compasión y del sufrimiento ajeno como se diría de mis vértebras gastadas, de los ojos y los labios arrugados, de la vejez, que aún, la vejez, se diría de ella en las carcajadas de la estirpe que se va regando por las hojas como plaga, como viento que le lleva a oler a misericordia, a impregnarse de ella, que aún, los ojos y los labios son partes inacabadas de mis vértebras como mi nombre a un costado de la pila, como mi cabeza, aún, recién cabeza, recién existencia, se diría de la existencia como se diría de las verdades injustas que han puesto en mis cabellos para ascender a la salvación, se diría del cuerpo y del viento putrefactos en las alturas, que aún en las alturas, que aún en las bajezas más hondas y en el vacío más profundo, se diría de ello, que aún, cristo, el nombre de pila, se diría de las cicatrices en las palmas de mis manos, se diría del recuerdo fallido, que aún el aire carga su dosis de dolencia, de abandono, que aún, el aire va impregnado
de misericordia.
2:00 dos de la mañana
Oigo a lo lejos el mundo de mi madre, su andar entre las brasas,
su diálogo con el rencor que le acompaña: hablan de mi padre, de
la mujer que tiene, de su risa, que suena como tromba de flores
pisoteadas.
Francisco Hernández
El garito bien plantado / atrás la casa de madera
)allá lo vi tirado una tercia de ocasiones /
golpeado / con sangre en el hocico /
y el ojo derecho destrozado(
el golpe de las patas traseras de mi caballo /
galope sobre la máscara oscura /
vi ascender las fauces de mi madrugada /
di una pausa a sus patas para que no lo matara /
grité a todo pulmón / mano en cintura /
grité detente y el caudal /
el caudal
sólo siguió la comisura de sus labios hinchados
como los párpados de su ramera.
Mi madre / dos de la mañana / a cuestas un jorongo /
examina a luz de vela su escapulario /
algo
habrá pasado /
porque no es hora de salir a las calles
ni es hora buena para resolver
acertijos de primavera
)mi padre / desangre por la boca /
preña a la mujer que no debió(
mi madre / aún con inocencia /
torpeza
y la negra sabiduría de la mujer-bruja /
escucha a un caballo descender la sierra /
y me pregunta /
me cuestiona el repiqueteo de los cascos de mi caballo
en su oído sordo.
De su tímpano izquierdo aflora una oración / su lengua /
hecha pedazos / me exaspera.
El lento crujir de una hoja
acompaña a mi madre hacia las hormigas /
)¿qué más quería / quién sabe de mis impulsos /
qué agua bebió mi corcel esta mañana?(
ella se refleja en mis ojos / ella / mi madre /
la gran puta que ha llorado a su cerdo /
supo que la carne
sólo es espectáculo cuando hay tragedia /
ella / la santa ramera también lloró /
la puta buena que parió siete cabezas
y encontró en dios el camino hacia el infierno.
Aquél / mi padre / verdugo y sanguijuela
no supo despertar.
Mi madre / su mano / vade retro / mi mano /
juntos por la orilla del río
enmudecimos.
Casa desierta
En el agua limpia los peces
saltan y prueban la corrosión.
Han nacido de un filete mal cortado
los niños que habitan la casa.
Su madre ha dicho:
—es hora.
Y los niños guardan sus máscaras antigases
y se adentran en la pecera especial
que su padre dejó en testamento.
Los niños que habitan la casa
aún no saben
que son estrellas.
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