POESÍA/No. 174


 

Ossiánica



Luis Ausías Fernández Meza

Facultad de Filosofía y Letras-UNAM

 

Creencias de marea

Marea es palabra mayor.
(“Grande” en rumano).
Casi pesa. Ciudad sumergida.
Pero sólo casi
porque su Todo lo arrastra
como una medusa su longitud.

Una vez las medusas fueron marea.
Ahora son celentéreos:
Se dice de los seres de simetría radiada.
Gran filo del reino de las cosas lentas.

Cnidaria es la capital de los ctenóforos
(“portadores de peines”),
sirenas de género efervescente
sus arpas arrullan a lo que importa
y dan al azul sus efectos.


02-Poesia-Fernandez.jpgAproximación al español

Un numen que sólo sabe asentir.
Lo bífido disecado.
Se agazapa entre maleza
para nevarle a su presa la ceniza.
Goza salud simple y doméstica
(Le va el “wholesome” inglés).
Salud vista en voces
como luciérnaga,
o fósforo u oropéndola.
¿O hablo solo
sólo mi gobelino de fuego?

¿Será veraz el cuento extranjero,
las lenguas de carne legible,
sobre la mudanza de nuestros labios?
You people barely move your lips, recuerdo.
Me vi ser.
Amé la efigie incipiente.
¡Venir del Pueblo Que Mueve Poco Los Labios!
Pero dura más el ¿quién?
Quizás nunca aprendí.
No llegó mi rito iniciático,
mudo instante lunar luego sé.
Mi espalda no aguantó las piedras del dolmen.
Y no daré ya con los sacrificios ocultos
de ese gentilicio que trafaga en lo sonoro.
Poseer esa artesanía sin lugar
malvivir con organilleros.
Darle vuelta a esas urnas cajas musicales,
saber en su piel un gremio profundo:
sílabas.
Folclor de pozo.
No sé hablar español.
Sólo sale el mundo.


Hábitat

El exilio, respondo.
Porque dónde los robles, los arroyos,
falta no una sino varias aves viriles.
¿Y sabe? Su ausencia viene inculcada
como cereal certero.

Aquí acostumbramos lo vertical
y el aire roto por lo móvil, no al revés,
no esa paz avisada en el viento
cuando el reloj da un sinfín de veces:
“meditar vespertino”.

Yo creo listo el peregrinaje.
Aquí es cristalina el agua de las pantallas.
¿Por qué depredar nuestra pertenencia?


Las palabras de la ventana

Ninguna Parte respira,
sólo el vidrio es verde,
lo dual
es entonces un sol recién regado:
es afuera aquí.

El viaje es muy poco.
Aún deseo al párpado de cristal
que presta su pasatiempo
la unidad
sin envidia del dios en turno.

Pero debo volver.
Volver a la arena antes de los vitrales.
Al movimiento y las afueras del vacío
que ya no guarda la Tierra a mi paso.


Rapto de psique

La laguna de cierto momento.
Por respeto a quien rehusaba ese hogar,
el fotógrafo cedía la silueta recortada,
que se deshace.

No sé de mercurio;
yo iba por una ceguera interna
por un diálogo con su agua.

Pero ella itinerante:
ya no busqué ayudarla en su ella
las manos descansan en cuenco
sin escribir.


Sueño cóncavo

No turbar más al conflicto dormido del mundo
y concentrarse en las hojas.
O rocío.
No. La verdad
en lo líquido.
Mejor, no más verdad. Pero Luz, ven.
Mejor tú, átomo de estío que la luz porta y lamenta.
Y mejor...
Pero empezar un sueño montañoso
y rumiar el eco de las hojas intrigadas por el ronquido.



03-Poesia-Fernandez.jpgSegún el río

El río devuelve al mundo
en sangrienta transparencia.
La expresión veloz de un cirro
delata el trazo temblor
las nubes huyen como ganado.
Las ramas llenas hibernan.
Lo que despierta, sin aire, sol o sed,
                                                 es una vena temblante de esfuerzo,
                                                 que carga la inocente bilis del río.
                                                 que en su propia forma sufre y persigue.


Anagnórisis

¿Necesito palabras griegas
para que cruce mi silencio?
¿Es esto una tarde a través del Estigia?
Barqueros en hueste
ahogados en deseo por la raza marina
que rió ante su idea de la pesca.
Las Ítacas, las Ítacas del fin,
algo naufraga en su comprensión.
Compadecer a mi mar
his homeward tide
no suelta esta pétrea realidad erizada
no sé qué percibe aquí en el horizonte
si mienten siempre las púas y la espuma.
Pero si ve una isla modesta donde el aliento muere pleno,
su vida basta para todo fondo y toda altura.
Donde todo aliento muere pleno
y nace, de nuevo, completo,
no como este hálito febril empalabrado
que tropieza en el duro pasillo del espacio,
busca algo joven, nunca suyo.
De puntas, detrás del habla,
va el hecho espiral del caracol,
antiguo, canción de cuna en lodo,
como padre repartido:
No descubres nada nunca.
Sí, la palabra es infinita.
Yes dear, only silence will do.


Luis Ausías Fernández Meza (Veracruz, Veracruz, 1989). Estudia Lengua y Literaturas Hispánicas. Es miembro del Taller de Artificios del Instituto Mora, con el que ha participado en dos antologías de cuento.