Blog: Los padecimientos de la red por multiplicación se compensan por contacto. Recorrí largas listas de nombres y recomendaciones: Las Afinidades Electivas, Poetas siglo XXI, Estaban locos, blogs personales, etc. La selección de materiales es siempre parcial e insuficiente, la abundancia en línea lo hará más notorio.
Cine: Las pantallas son útiles (cf. Comunidad); el cine es estético y de culto (Laia López Manrique y Unai Velasco).
Comunidad: El marco generacional, ideal para el soporte de papel, ha sido indudablemente rebasado para la web. Los autores de esta selección tienen una fuerte presencia en internet (cf. Blog), en Facebook y otros sitios de contacto. Esto permite, además de leerlos, intercambiar materiales y gustos, conocer sus preferencias. Vínculos inexistentes hace veinte años. Así que, además de una reunión de poetas y poemas, se trata de comunidades inter-todo. En línea nos acercan intereses y nos diferencian características, así pasa con ellos. Ninguno se parece al otro pero casi todos están vinculados en espacios virtuales. Algunos se leen, recomiendan o citan mutuamente. Los reúne la poesía.
Ficción: Desde luego, el poema confesional ha quedado atrás, lo que no significa que no hablen, a veces, de sí mismos y desde sí mismos. Hay narrativas y personajes. Ficciones tristes y fascinantes (cf. “La hija que no ha nacido”).
Generación: Lógica temporal harto criticada: diez años, once poetas, funciona cuando hay que imprimir determinado número de páginas. El hecho de que haya un autor por año (o casi) es pura coincidencia. Marco temporal de jóvenes (cf.) que comparten una lengua y sus antecedentes literarios. Dueños ya de los recursos electrónicos (todos ellos bloguean desde muy iniciada la adolescencia); seguramente vieron las mismas películas y series en todo tipo de soportes; comparten la crisis; organizan espacios alternativos para su producción literaria y la de sus contemporáneos. Viajan, concursan, publican.
Infancia: La infancia es cercana y en ella se origina lo que son o lo que les queda por ser (Clark, Medel, Gallardo). La nostalgia ha quedado atrás —es una característica de los nacidos en los sesenta y setenta—. Estos jóvenes han abandonado también, y finalmente, las formas tradicionales, aunque seguimos encontrando por ahí versos medidos. Cruel e imaginativa, como corresponde a toda infancia, un niño pájaro vuela en mil pedazos (Cristian Alcaraz).
Jóvenes (poetas): El concepto en España se actualizó más lentamente que en América Latina. Hace mucho que, para nosotros, los jóvenes son publicados incluso antes de los dieciocho años. En Poesía pasión. Doce jóvenes poetas españoles (Libros del Innombrable, 2004), Eduardo Moga dice: “Por otra parte, y por muy elástico que sea nuestro concepto de juventud (algo muy extendido en España, donde seguimos considerando ‘jóvenes’ a autores que rozan la jubilación), me cuesta prolongarlo más allá de los treinta y cinco […]”. En México se aplica este criterio. Así pues, los autores reunidos tienen entre veintidós y treinta y tres años (2013).
Mundo: Les pertenece. No hay extrañeza; hay un cansancio precoz o respirado. Demasiada información tal vez. Lo que pudo ser ajeno para otros, les es común. Lo recorren en viajes (Sara Gallardo y Alex Chico) o lo viven en la opacidad cotidiana de la casa, las calles, el lenguaje (David Leo García). Cambiaron nostalgia por soledad, pero no como tópico —parece que se hablaran a sí mismos (Andreu Navarra)—; sorpresa por ironía (Alcaraz). Los sorprendidos seguimos siendo los lectores más viejos. Son parcos incluso frente a la narrativa de la muerte (Elena Medel).
Poéticas: La mejor relación que establecen (afectiva y efectivamente) es con el lenguaje. Los vincula el interés y la problematización de la poesía. Los justifica. El poema no es ni alegoría ni metáfora, es la vida misma (cf. Mundo) que se reconstruye en las palabras. Porque indudablemente hubo algún final y a ellos les ha tocado recuperar las piezas: “tocar / la inversión del mundo / la devastación / del lenguaje parco del sintagma” (Laia López Manrique). No debería importar el nombre de las cosas, pero hay que describirnos de alguna manera, aunque sea en una imagen heredada de la madre (Sofía Castañón).
Soporte de papel: Aunque la red es un espacio natural para quienes nacieron después de los años ochenta, parece que a estos chicos no los convence la muerte del libro y les sigue interesando ver sus poemas impresos; como dice Luna Miguel en Tenían veinte años y estaban locos (La Bella Varsovia, 2012): “En aquel tiempo, dirán ustedes, señores del futuro, los lectores aún se emocionaban al abrir un libro de papel y los jóvenes poetas eran felices al ver su nombre escrito casi por primera vez en una publicación vulgar y analógica.”
Temperatura: El universo se ha vuelto frío y saben vivir en él; conocen, por ejemplo, sus deseos (cf. “Titanio”), lo describen, lo articulan, aunque la ciudad ha dejado “un estancado glaciar en las gargantas” (Alberto Guirao). El frío los hace dudar sobre el sentido de la vida; la construcción de su poética tal vez lo restablezca.
He salido de mamá
y ahora me vuelvo hacia ella
porque fuera hace frío
hay palabras
me cortan los dedos en el parque
me quitan los ojos los hijos del mar
y escuece
mamá no me preguntó nunca
si de verdad quería llegar a salir del preservativo
[…]
(Alcaraz).
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Ana Franco Ortuño (Ciudad de México, 1969). Hizo licenciatura y maestría en Literaturas Hispánicas en la UNAM. Como poeta, ha publicado De la lejanía (Tinta Nueva, 2005), “Tiempo de dioses”, en Sólo 8 poetas (Arlequín, 2007), Parques o El imán de la tierra (H. Vera Editor, 2009) y El libro de las ideas (Secretaría de Cultura del DF/Ediciones sin Nombre, 2012). Realizó la selección de poetas argentinos en Animales distintos: muestra de poetas argentinos, españoles y mexicanos nacidos en los sesenta (Arlequín/Fonca/Conaculta, 2008) y la selección de poetas jóvenes de México para Fórnix (núm. 8/9, Nido de Cuervos, Lima, 2008). Fue coordinadora editorial de Periódico de poesía, UNAM, hasta 2012. Actualmente colabora en la coordinación de Poesía en Voz Alta.13.
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