JÓVENES POETAS EN ESPAÑA/No. 177


 

Ben Clark

Ibiza, 1984



Hijos de la bonanza

«Hijos de la bonanza» nos llamaban:
los que no conocieron ni la hambruna
ni las agudas larvas de estridencia
chillando en el oído por las bombas.
Y cuando nuestras piernas, tan delgadas,
caían y sangraban porque el parque
era de un hormigón armado y frío,
se quedaban callados, observando
nuestro llanto con un gesto de sorna.

Debíamos vivir y dar las gracias
por la ocre rozadura en la garganta
que provocaba el aire al refugiarse.
Agradecer las flechas de las nubes
y que un fango lechoso a nuestros pies
—en un último gesto agonizante—
le mordiera las botas al progreso.
¿Y cómo agradecerles la alegría?
La risa provocada por los hombres
inocentes del mar
cuando se encaminaban hacia el río
dispuestos a bañarse entre excrementos.

También estaba el tedio
de tener que explicarles a los niños
palabras como pueblo indio, oso
pardo, ballena azul o lince ibérico.
Pero esto eran minucias, sacrificios
en nada comparables al sufrido
por aquellos que ahora nos decían
«hijos de nuestra sangre», tan severos.

Aunque, a veces, es cierto, no era fácil,
simplemente intentamos ir viviendo.
Haciendo caso omiso a los escrúpulos,
al vacío que moraba en nosotros,
hijos de la bonanza;
los hijos de los hijos de la ira,
herederos de todos los despojos.




Titanio

                                              Para Chity Taboada, in memoriam

 

Porque fui de titanio puedo hablar
del óxido fecundo, puedo hablar
de las ramas, de sus frágiles
engaños
y del placer que regala la madera.
Porque fui de titanio dos años y tres días
puedo hablar de los deseos del frío,
de la quietud y el eco
de los polideportivos. Dos años
y tres días enteros sin llorar.
Metal.
Un tipo peligroso de titanio.
Apenas lo recuerdo;
biónico y feroz en la cafetería,
decía poco
y no escribía nada. Cómo no
envidiar hoy su estilo
de autor acorazado en la verdad
de los versos ligeros, irrompibles.
Lo recuerdo gris,
sin otro amor
                       que la certeza
vaga de ser un poco más humano;
recorría las grandes avenidas
como un cíborg
                         de absoluto presente.

Aleación ajeno a todo miedo,
hay días en que extraño su presencia.
Días como hoy.
Quebradizos martes,
sábados anodinos de escayola.
Hoy me faltas, mutante,
hoy te querría cerca, como un dios
del futuro que habita mi pasado:
sé que fuimos el mismo.
Sé que fuimos un solo corazón
aunque tú eras más fuerte.
No hubiera conocido
esta tarde tus lágrimas.
No.
Habrías caminado por esta tierra frágil
sin un solo suspiro de impotencia.
Porque tú eras el fuerte que yo fui.
Porque tú estabas hecho de titanio.




La hija que no ha nacido

 

                                            On her unborn, her name uncurling
                                            Like a young fern within the mind.
                                                                         R. S. Thomas

 

Camino hoy asustado sobre sus huesos líquidos
aunque sé que no siente mis palabras
aunque sé que no se mancha con el barro de mis botas
ni sufre si tropiezo y caigo al suelo.
La hija que no ha nacido toma té
conmigo en nuestra casa
y hablamos de sus cosas de hija que no ha nacido:
del ínfimo holocausto de las tardes
de perfecto silencio en mi despacho;
del desierto sin mácula
que recorre la nevera;
del olor a sudor de los billetes
que guardo en el bolsillo pensando en un Bordeaux.

Son las cosas que a la hija le preocupan

y que me cuenta triste desde sus ojos de humo.
Yo no le digo nada y por la noche,
cuando por fin se duerme entre mis brazos,
agotada de no ser,
acuesto con cuidado
a la hija que no ha nacido
en su cama de sábanas blanquísimas
e imprimo un beso invisible
sobre su frente azul.
Tal vez mañana,
si llego y todavía sigue aquí,
me decida a despertarla.

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Ben Clark. Ha publicado los libros Los hijos de los hijos de la ira (Hiperión, 2006, XXI Premio de Poesía Hiperión), Cabotaje (Delirio, 2008), Memoria (Huacanamo, 2009), La mezcla confusa (Universidad Popular José Hierro, 2011, VII Premio Joven Félix Grande), Basura (Delirio, 2011) y, junto a Andrés Catalán, Mantener la cadena de frío (Pre-Textos, 2012, IV Premio de Poesía Joven RNE). Durante 2004-2005 obtuvo una beca de creación en la Fundación Antonio Gala para jóvenes creadores. Fue editor invitado del número 164 de Punto de partida (noviembre-diciembre 2010) dedicado a los jóvenes poetas de Castilla y León, España.