Centroamérica es una región que permanece, a pesar de su cercanía geográfica y cultural con México, un tanto desconocida para muchos de nosotros editores y lectores. Sabemos que varios de los estados que la conforman comparten una historia de anexiones y separaciones, que fue botín de guerra de potencias coloniales y sujeto de saqueo por parte de transnacionales como la tristemente célebre United Fruit, y que gran parte de la región atravesó un convulso siglo xx, por mencionar algunos datos de circulación generalizada. En cuanto a su nueva literatura, hemos constatado una cierta efervescencia a través de páginas electrónicas y pretendemos reseñar algunas de estas voces a lo largo de varios números de esta revista, con el ánimo de compendiar las nuevas literaturas de esta franja que es mucho más que el cinturón que une el norte y el sur.
Así, empezamos la tarea el año pasado con una muestra de poesía guatemalteca compilada con esmero y rigor por el poeta Luis Méndez Salinas, y esta vez toca el turno a la poesía de El Salvador, reunida por Elena Salamanca. La idea y los contactos para ambas ediciones se deben, como apunté en su momento, a los buenos oficios de la arqueóloga guatemalteca Margarita Cossich.
Elena Salamanca enfrenta su trabajo de selección a partir de un supuesto: encontrar una “poesía salvadoreña”, pero las voces congregadas aquí desmienten pronto esa premisa y la antóloga evidencia entonces la imposibilidad de un abordaje a partir del signo de la identidad, como anota en su texto de presentación. Estos poetas, nacidos entre 1979 y 1986, en los años de la guerra civil, cuya obra se ha consolidado durante la posguerra, en un clima de violencia delincuencial que ha lacerado a la sociedad salvadoreña como a muchas otras de América Latina, tienen voces muy distintas entre sí, con registros independientes descritos minuciosamente en la presentación.
Apadrinados en la sección Del Árbol Genealógico por Miguel Huezo Mixco con su poema —acertada elección— “La gran guerra”, y acompañados por el trabajo visual de su compatriota José David Herrera, estos nueve poetas —cuatro mujeres y cinco hombres— comparten con sus pares de todas latitudes los grandes temas: la muerte, el amor, el dolor. Evidencian así su esperanza en el lenguaje: la palabra como asidero, como arma ante la violencia que, tristemente, habita este continente de fronteras diluidas, esta América que es, tomando un verso de Lauri García Dueñas incluido en estas páginas, “el libro que aún no se ha escrito”. Vaya esta muestra como una pequeña contribución a difundir el canto de nuestra América, ese “canto necesario” del que habla el hispanoargentino Andrés Neuman en Vendaval de bolsillo, edición revisada en estas páginas por el también poeta Luis Paniagua.
Punto de partida 195 incluye además el dossier correspondiente a los textos premiados en la segunda edición del concurso La Crónica como Antídoto, convocado por la UNAM. Abrimos, pues, el año con un género que cobra cada vez más auge en las letras nacionales.
Feliz 2016.
Carmina Estrada
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