Ocho narradores de San Luis Potosí (1980-1984) / No. 197
La narrativa potosina actual
Ortodoxia es resistencia.
W. H. Auden
I
La primera mitad del siglo XX potosino tuvo a tres figuras literarias señeras: Manuel José Othón (1858-1906), Joaquín Antonio Peñalosa (1922-1999) y Félix Dauajare (1920-2012). Los tres nacidos en San Luis Potosí, los tres poetas mayores, los tres radicalmente disímiles. El primero fue, quizá, el más grande poeta de la literatura moderna mexicana; los otros dos, coetáneos, jugaron un papel fundamental para las generaciones posteriores. Si bien Othón ha corrido con mejor suerte en las catalogaciones antológicas que pretenden historiar a la poesía mexicana, Peñalosa y Dauajare han quedado como figuras periféricas y secundarias en esa red de acuerdos llamada canon literario.
Sin embargo, en San Luis Potosí, dichas figuras han sido sólo respetadas y recordadas, sobre todo Othón, de una manera más bien institucional. Ni los escritores jóvenes ni mucho menos los nuevos lectores pueden dar referencia de estos tres autores. A Othón le dedicaron un monumento, una casa de cultura apócrifa y una avenida del centro de la ciudad; el nombre de Peñalosa sólo aparece en la misma avenida donde él fundó un orfanato; y en honor de Dauajare hay una biblioteca en desuso. Tampoco son lectura obligada en la única carrera de literatura que existe y que es de la UASLP. Los tres autores están casi anulados. Ninguno fue una escuela y ninguno defendió o representó movimiento alguno (excepto Othón, por supuesto, y con ciertas salvedades).
Las generaciones1 posteriores no comulgaron con la perspectiva amanerada y, algunas veces, decimonónica de quienes escribían y enseñaban literatura en San Luis a mediados del siglo XX. El ritmo de la literatura en la Ciudad de México no iba a la par con el de la provincia.
II
Hablar de tradición literaria en San Luis Potosí es hablar eminentemente de talleres literarios, festivales, ferias del libro locales, tertulias, lecturas públicas, presentaciones de libros periódicas y ya. Al decir esto reconozco que estoy describiendo cualquier lugar del país con cierto desarrollo educativo y una actividad artística medianamente viva. Sin embargo, la particularidad que podría tener San Luis Potosí con relación a otros estados es que fue aquí donde, hace más de cuarenta años, inició el movimiento cultural quizá más importante que han impulsado, coordinadas, las instituciones federales y estatales en el ámbito de la literatura.
La red de relaciones entre las literaturas de los estados no podría entenderse sin fijarnos en lo que sucedió en México durante el último tercio del siglo pasado. En 1974 se realizó en Aguascalientes una reunión del Consejo Nacional de Bellas Artes, zona Centro, que incluía a las casas de cultura de Aguascalientes, San Luis Potosí y San Miguel de Allende. En dicha reunión, precedida por Víctor Sandoval y Óscar Oliva, se ofreció a San Luis un taller literario que impartiría el ecuatoriano Miguel Donoso Pareja (1931-2015). El taller significó para muchos escritores en ciernes una renovada cosmovisión de lo que era la literatura, resignificó la postura de estos jóvenes post La Onda no sólo sobre el trabajo escritural, sino que también les inculcó el rigor y la disciplina que todo tipo de empresa llevada a cabo necesita para profesionalizarse. Pero, sobre todo, reconfiguró a una provincia ávida de recibir en sus ciudades una formación en la literatura sin tener que irse a la capital del país.
De esa primera hornada de escritores que participaron en el taller bajo el magisterio de Donoso Pareja se pueden rescatar algunos nombres: David Ojeda, Ignacio Betancourt, César Yáñez, Enrique Márquez, Armando Adame y Alberto Enríquez. Betancourt venía de ganar el VII Premio Punto de Partida (coordinado entonces por Eugenia Revueltas) en el área de Poesía; para la octava edición, David Ojeda hizo lo propio en la categoría de Cuento. En 1976, Ignacio Betancourt obtuvo el Premio Nacional de Cuento San Luis convocado por el inba y, en 1978, Ojeda, el Casa de las Américas.
Lastimosamente, de aquella nómina local perteneciente a los talleres literarios, sólo uno —Ojeda— se dedicó de lleno al trabajo creativo y de enseñanza de la escritura literaria. Los demás optaron por la docencia, por vegetar en puestos burocráticos durante lustros, realizar dudosas investigaciones y supuestos rescates de autores potosinos desconocidos en centros de investigación, y uno que otro se decidió por la política. Con mejor suerte han corrido otros escritores de estados donde se realizó el taller (primero con Donoso y después con Ojeda y Betancourt), como Zacatecas, Aguascalientes, Guanajuato, Chihuahua, Puebla y Michoacán, quienes continúan replicándolo en sus respectivas entidades, dedicándose profesionalmente (lo que sea que esto signifique en México) a la enseñanza de la escritura.2 El ritmo de la literatura en el país comenzaba a coordinarse.
III
Si bien los premios literarios y las becas de creación muchas veces sirven para poner a los escritores ganadores en el mapa nacional de la literatura y en ocasiones para ejercer más presión y compromiso sobre ellos, no deberían ser el referente único para medir el valor estético de las obras.
La literatura potosina, pese a la infraestructura tan grande que el estado tiene (con sus centros de las artes estatales y universitarios, museos, festivales internacionales de literatura, innumerables talleres, cursos en librerías y en instituciones independientes), no ha sabido establecerse ni darse a conocer a nivel local, mucho menos nacional. La historia potosina está llena de dueños heroicos (hagiografías dichas por sus protagonistas) que incansablemente refieren la década de los setenta como el periodo de mayor auge escritural y en el que desfiló una gran cantidad de maestros (“talleristas”) y de autores prometedores.
En un lugar como San Luis, donde parece haber más “poetas” que habitantes, y más libros de poesía publicados que lectores, no ha existido en los últimos cuarenta años algún referente oriundo en el ámbito de la poesía.3 Aunque actualmente hay un esfuerzo más que loable por parte del Instituto Potosino de Bellas Artes y del Centro de las Artes con el Taller de Creación Poética4 por formar expresamente generaciones de poetas y de lectores de poesía, es prematuro hablar de alguna generación o de algún grupo cohesionado que tenga trascendencia en el estado.
No ha existido algo que unifique a la literatura potosina salvo las descalificaciones ad hominem entre escritores donde se deja de lado el trabajo intelectual y creativo. Es inexistente un sistema de relaciones entre grupos establecidos y tampoco hay algo que los legitime (editoriales independientes, fanzines, revistas). La literatura en San Luis indudablemente existe; sólo falta entender cómo lo hace y hacia dónde va.
IV
Pese a que al interior de San Luis Potosí ha existido un mayor número de actividades relacionadas con la poesía (Poetas del Mundo Latino, Festival Internacional de Poesía Interdisciplinar, Festival Internacional de Poesía Abbapalabra), es en la narrativa donde, sin duda, está el músculo de su literatura.
En los últimos años, ha sido la narrativa el género más presente en editoriales y revistas de circulación nacional, el que mayor presencia tiene en festivales y encuentros literarios, donde más becas nacionales se han obtenido y cuyos libros mejor se distribuyen comercialmente por el país.
La muestra que aquí se presenta excluye, como todo trabajo de este tipo, a autores de suma valía y de reconocida trayectoria como Félix Barbosa (1971), Alexandro Roque (1971), Tristana Landeros (1974), David López Dueñas “Sr. Violencia” (1975), Valentín Corona (1976) y Luis Carlos Fuentes (1978). El criterio no fue otro más que la década en que nacieron. Todos ellos merecen, sin duda, aparecer no sólo en ésta, sino en cualquier otra antología o proyecto recopilatorio del país.
La selección de autores aquí reunidos obedece al criterio ya mencionado (nacidos en los años ochenta) —además de que nacieran o se avecindaran en el estado—, pero también al valor estético de sus trabajos, a su trayectoria profesional, a la notoriedad que han alcanzado como escritores y a la capacidad que han tenido para insertarse en el corpus de la literatura de nuestro país. Hoy por hoy, estos ocho autores “potosinos”, con estéticas e influencias disímiles, con referentes populares y una educación sentimental casi en común (es posible que la generación de los ochenta sea la última que comparta una educación sentimental semejante), son la punta de lanza de la literatura potosina (sin comillas). Nunca la literatura de todo el país estuvo tan acompasada como en la actualidad.
V
Agradezco extensamente a Carmina Estrada, quien desde hace tiempo me invitó a desarrollar este número. No hay plazo que no se cumpla, y al fin lo tiene el lector entre sus manos y en la pantalla de su ordenador. Agradecimientos infinitos a la UNAM y a Punto de partida por tantas décadas de preocupación y seguimiento a la literatura.
1 Por comodidad taxativa utilizo este concepto historiográfico que, aunque no aplica a cabalidad en ningún momento dentro de la historia de la literatura en nuestro país, servirá para agrupar a una serie de autores, disímiles todos tanto geográfica como estéticamente, que se dieron a conocer casi en el mismo periodo posterior a La Onda.
2 Será para otro texto obtener la numeralia de los escritores participantes directos de estos talleres, y para otro más, seguramente de mayor extensión, la presentación de una nómina de la legión de escritores que hasta la fecha esos talleres continúan formando.
3 Con una excepción quizá: Daniel Bencomo (1980), aunque su desarrollo profesional y académico lo ha hecho fuera del estado.
4 Proyecto encabezado por Jorge Humberto Chávez y Luis Alberto Arellano.
David Ortiz Celestino. (San Luis Potosí, 1980). Es editor e investigador. Estudió la licenciatura en Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guanajuato y el posgrado en Literatura Hispánica en El Colegio de San Luis (Colsan). Fue fundador de la revista Los perros del alba y director de Publicaciones y Literatura del Gobierno del Estado de San Luis Potosí.