No. 133/POESÍA |
|
Altamar |
Elisa Corona Aguilar |
facultad de filosofía y letras, UNAM |
|
La Tierra Sagrada me vomita.
Mi ataúd se levanta con el nuevo diluvio, carabela renacida. Mis pulmones se hinchan como velas con el aire húmedo, fétido. Cruces y lápidas se hunden, dejándonos a la embestida del Cielo. Navego con todos los cuerpos de la resurrección sobre escombros de ciudades y siluetas paganas. Lluvia cristera. Rosario de calaveras. Mar Muerto. Pero las aguas me separan cada vez más de los vacíos familiares del corazón. Y lo que temo no es el naufragio perpetuo, sino la sequía, la baja de los mares que me dejará abandonada en un paraíso remoto, sola, alejada de la vida y de los rituales de la muerte.
Cortinas
Bar
En mi noche de asfalto y techos concretos no hay cielo nublado ni lluvia, no hay luna rojiza ni vientos que den nostalgia. Pero hay humo enjaulado y techo cobrizo y más humo cenizo saliendo de bocas enamoradas y enfermas pero sin amor. Solo y borracho no se puede decidir nada más que seguir solo y emborrachándose, No puede uno decidir salir a la verdadera noche de calles húmedas y de novios besándose en las esquinas. No se puede dejar el mareo de dieciocho colillas y seis tarros y el solo de Charlie Parker, y los otros seis tarros de lágrimas y las sombras de los demás borrachos que nadie espera en casa. Y faltan minutos para el cierre y nadie grita hurry up, please, it’s time, Pero los meseros te traen la cuenta y te muestran sus perpetuas ojeras Y los bancos no se sostienen ya de tanto sueño y los voltean patas arriba como cucarachas muertas. Cierran cortinas de fierro y apagan luces y la noche parece decir que será amable y que no será tan noche para que puedas volver a casa, tropezando entre las siluetas de los fantasmas peatones. Y el cielo se pondrá de un color azul neutro y sin estrellas para que duerma el desamor.
Wait to sleep
Cuando me acuesto en la noche, comienzo por tirar de la cama los últimos residuos del día. Veo el techo, la pared, la ventana. Me lavo los ojos con el vacío y el oscuro del aire. Dejo caer mis párpados: para que la obra empiece, el telón se cierra en vez de abrirse. Entonces juego a ser Saussure, a escribir la palabra rosa y hacer aparecer la rosa, a escribir árbol y hacer aparecer, arriba de la palabra, línea por línea, el árbol. Mesa, silla, puerta. Cuando estoy segura de dominar el juego, complico el signo: cuarto, edificio, ciudad. Y en la ciudad un edificio y en el edificio un cuarto y en el cuarto yo. Zoom. Pero cuando intento escribir tu nombre, las letras se salen del molde, las líneas se enredan y no puedo empezar ni con el óvalo de tu cara, mucho menos con el camino blanco de tus dientes o con los innumerables enredos de tu cabello. Me hacen cosquillas los acentos de tus cejas y la mera intuición de tus ojos vocales me distrae de tus demás complicaciones lingüísticas. Entonces tomo un descanso, suspiro y al final me quedo dormido.
Dibujos de Édgar Garcilazo, Tec de Monterrey, campus Ciudad de México
|
Poemas reconocidos con la mención honorífica del Premio José Emilio Pacheco, otorgado por la Universidad Veracruzana. El jurado estuvo integrado por David Huerta, Coral Bracho y Tedi López Mills. |