No. 131/CUENTO BREVE

 
El otro perseguidor


Leticia Romero Chumacero
facultad de filosofía y letras, UNAM 

 

 

romerochumacero-01.jpg Te abrigas al mirar el mapa ferroviario galo. El noviembre francés resulta más frío de lo que has supuesto. Del puerto de Nantes a París el tiempo se reduce a café muy caliente y buena lectura en un cómodo sillón de tren. Alrededor de cinco horas de Faulkner o Henri James, con la ventaja de que la ventanilla ofrecerá un paisaje menos agreste.

Mientras esperas turno en la fila de venta de boletos piensas que no se trata de huir de quienes rezan, vela en mano, ante una foto de Evita; ni son sólo el hambre de novedades, los grades museos a la mano y el olor embriagante de la cultura occidental en una de sus manifestaciones paradigmáticas. Lo que te lleva hasta Francia es la certeza de tu desubicación, un no hallarte en confianza con Mozart, cuando la multitud en la plazoleta de la Casa Rosada es panal de abejas en busca de un padre proveedor. Tan simple como aceptar que en ese rito callejero, tumultuoso e incomprensible, tú y tus clases de letras inglesas, tú y tus búsquedas intelectuales, no caben.

Llenas los documentos de identidad. Treinta y siete años, soltero. ¿Ocupación? (Hubieras querido escribir que eres amante de la literatura, fanático enfermizo del jazz, orgulloso adicto al mate, viajero de mapas epidérmicos.) Traductor. ¿Lugar de nacimiento? Aquí escribes con letras grandes Bruselas, aunque tienes la piel llena de Buenos Aires.

romerochumacero-02.jpg Te entretienes en el renglón correspondiente a la justificación de la visita. Cómo decir que se trata de un exilio personal, de la implacable necesidad de abandonar un mundo prefabricado, de autocompasiva y segura torre marfilina, en pos de azarosos espacios de conquista. Cómo explicar que por una vez en la vida te darás la oportunidad de ser algo más que catador de mundo. El espacio del documento sólo alcanza para aludir con vaguedad a una beca universitaria y un empleo de traductor.

La ruptura no es radical, te dices. París presagia cafés de barrio, librerías antiguas y gatos amigables. Además, te has arriesgado a traerte contigo y eso garantiza cierta constancia.

El tren está por salir. Entregas al guardia la identificación y éste la revisa antes de darte un boleto a ti, enemigo pasivo del peronismo; a ti, escritor de historias impublicadas, a ti, intelectual de café argentino. A ti, Julio Cortázar.

 


Dibujos de Itzel Jiménez, Escuela Nacional de Artes Plásticas