Yo aprendí inglés de niña en un pequeño pueblo del norte de California. El español vino después, cuando era estudiante de intercambio en Poza Rica, Veracruz. Pero fue hasta llegar a la universidad que aprendí un tercer lenguaje: el spanglish.
Mis amigas en la universidad y yo platicábamos en una mezcla de lenguas: español e inglés, dos lenguas que eran una, porque ellas habían crecido con las dos en la cabeza y en el corazón. De ellas aprendí también a ver el mundo así, a reconciliar mis dos lenguas, mis dos lados de la frontera en uno solo.
Empecé entonces también a leer en spanglish. Había mucho que leer. Poemas de Gina Valdez, Pat Mora, Francisco X. Alarcón y Lorna Dee Cervantes.1 Ensayos de Gloria Anzaldúa y Cherrie Moraga sobre el feminismo, la mujer chicana, la identidad mixta.2 La Casa en Mango Street y Woman Hollering Creek de Sandra Cisneros; el ensayo de Benjamín Alire Sáenz en su libro Flowers for the Broken, sobre la experiencia de ser detenido por la migra día tras día, aún cuando nació en Estados Unidos; la novela Y no se lo tragó la tierra de Tomás Rivera, un clásico de la transición a la adolescencia de un niño mexicano en El Otro Lado.
No sólo era “literatura chicana” o “mexicana” o “latina”. Era literatura rica y variada, y poco leída. Los escritores de origen latino en Estados Unidos escribían sobre todo, como todos los escritores. Escribían a veces en inglés, a veces en español, a veces en spanglish. Y valía ese lenguaje también, cuando lo veía allí escrito, cuando lo escuchaba hablar por los pasillos de la universidad, cuando lo soñaba. Pero en Estados Unidos se tachaba a los poetas y escritores de origen latino de “étnicos”. Y en México se les tildaba de “pochos”.
“Even our own people, other Spanish speakers nos quieren poner candados en la boca. They would hold us back with their bag of reglas de academia”, escribe Anzaldúa en Borderlands/La Frontera: The New Mestiza.3
Los mexicanos del otro lado de la frontera son tan mexicanos como los de acá. Los latinos también son latinoamericanos. Y además son estadounidenses. Son de allá, y también de acá. Y los poemas de los chicanos y los latinos son tan válidos como los escritos por los estudiantes radicados en México.
Este número especial de Punto de partida busca abrir el espacio de la revista a los estudiantes de origen mexicano y latino en Estados Unidos y al mismo tiempo crear conciencia entre la comunidad universitaria de México de la rica tradición literaria en español y spanglish en Estados Unidos. Los cinco poetas, hombres y mujeres, que se publican hoy en esta revista, estudian en Colorado, Texas y Florida y proceden de lugares tan lejos y tan cerca como Argentina, Coahuila, el Valle de Texas y más allá. Todos tienen diferentes experiencias; diferentes formas de expresión.
El poema de Betina González, “Guía del sueño para niñas”, fue escrito en inglés y lo reproducimos aquí con una traducción al español. Rosa Salazar nos da una muestra admirable de la mezcla de dos lenguajes que son también dos culturas, dos formas de ser, y en su mezcla se vuelven una en “T.N.R.”. Por su parte, Fernando Fabio Sánchez explora los diálogos interiores en “Ingénesis” y Antonio Garza descubre el léxico cotidiano en sus poemas “No me hables asina” y “Sin título”. Los silencios de los poemas de Javier Huerta, extraídos de su “Novena”, hablan por sí solos: “Soy nadiense. Nada es/ mi patria. Mis compatriotas/ son los ningunos.”
Es llamativo ver las diferencias entre la poesía escrita en español y la escrita en inglés o spanglish por estos poetas. En un estudio con sus alumnos chicanos, Salvador Rodríguez del Pino encontró lo siguiente:
La palabra inglesa “Christmas” está relacionada totalmente con el concepto anglo de Navidad, o sea: Santa Claus, el árbol de Navidad, el comercialismo y los regalos; mientras que la palabra “Navidad” la relacionan con lo religioso y lo familiar: el nacimiento, los abuelitos que vienen de visita y las comidas tradicionales. Así es, que para ellos “Christmas” y “Navidad” no tienen el mismo significado aunque una sea la traducción de la otra. Igualmente encontré esta situación en otras palabras como: “breakfast” y “desayuno”, “neighborhood” y “vecindad” y otras más. 4
Explica Gregory Rabassa en su ensayo “No Two Snowflakes Are Alike” que aunque se traduzca de un idioma a otro, no siempre significará lo mismo:
Entre algunas personas, los musulmanes, por ejemplo, el perro se considera una criatura vil, que merece una patada rápida, mientras otros, notablemente los del norte de Europa, lo adoran. Asi que “dog” nunca puede traducir “perro” en todos sus sentidos ocultos. Un ejemplo más sucinto es el hecho de que los gallos no cantan igual a los oídos de diferentes pueblos: un gallo estadounidense canta “cock-a-doodle-doo”, pero llévalo a México y dirá “qui-qui-ri-qui”.5
Escribir en español entonces no es igual que escribir en inglés. No hace mucho que los niños estadounidenses de origen mexicano tenían prohibido pronunciar el español en las escuelas públicas. Aún ahora, el español en la poesía no siempre es bien visto. Benjamín Alire Sáenz, escritor y profesor en la Universidad de Texas en El Paso, describe esto en “I Want to Write an American Poem: On Being a Chicano Poet in Post-Columbian America”:
Hace varios años, el poeta ruso Joseph Brodsky llegó a visitar nuestro taller de escritura en Stanford. Cuando llegó la hora de discutir el poema que yo había escrito, comentó que mi poema era el “peor de todos”. Uno de los consejos que me dio fue mantener fuera de mis poemas las lenguas extranjeras, porque estaba trabajando en una “tradición inglesa”. (Yo había usado un poema de la infancia hecho en español, porque el español era el lenguaje predominante de mi infancia.) Después recitó un poema con una frase en latín. A lo que el Sr. Brodsky se oponía no era a mi uso de una lengua extranjera por sí, sino a mi uso del español —una lengua que no ha mantenido un lugar estimado en las letras americanas tradicionalmente—, no como el latín, el griego y el francés. Era claro que en la “tradición inglesa”, algunas lenguas eran más extranjeras que otras. 6
Cherrie Moraga, Jimmy Santiago Baca, Ana Castillo, Lorna Dee Cervantes, Pat Mora, Francisco X. Alarcón, Judith Ortiz Cofer, Martín Espada: ¿cuántos de estos nombres hemos escuchado en México? ¿A cuántos hemos leído? Ahora todavía es tiempo de empezar, y qué mejor manera que leer algunos poemas de los jóvenes chicanos y latinos del Otro Lado. Hay que romper el silencio, como nos recuerdan las palabras de Gloria Anzaldúa:
Ya no me dejaré sentir avergonzada por existir. Tendré mi voz: india, española, blanca. Tendré mi lengua de serpiente —mi voz de mujer, mi voz sexual, mi voz de poeta. Superaré la tradición del silencio.7
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Ilustraciones:
Sergio Vargas, ENAP-UNAM
Laura Monterrubio, ENAP-UNAM
1 Hernández Cruz, Víctor, Leroy V. Quintana y Virgil Suárez (eds.), Paper Dance: 55 Latino Poets, Nueva York, Persea Books, 1995
2 Anzaldúa, Gloria y Cherrie Moraga (eds.), This Bridge Called My Back: Writings by Radical Women of Color, San Francisco, Aunt Lute Press, 1981
3 Anzaldúa, Gloria, Borderlands/ La Frontera: The New Mestiza, San Francisco, Spinsters/Aunt Lute Book Co., 1987, p. 54
4 Villanueva, Tino (comp.), Chicanos: Antología histórica y literaria, México, Fondo de Cultura Económica, 1980, p. 133
5 Rabassa, Gregory, “No Two Snowflakes Are Alike: Translation as Metaphor”, en John Biguenet y Rainer Schulte (eds.), The Craft of Translation, Chicago, Londres, The University of Chicago Press, 1989, p. 2
6 Alire Sáenz, Benjamín, “I Want to Write an American Poem: On Being a Chicano Poet in PostColumbian America”, en Ray González (ed.), Currents from the Dancing River: Contemporary Latino Fiction, Nonfiction and Poetry, San Diego/Nueva York/Londres, Harcourt Brace, 1994, p. 524
7 Anzaldúa, op. cit., p.59
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