No. 150/CUENTO BREVE

 
De los árboles


Damián Isaac Meléndez Manzano
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS, UNAM



Por todos lados vagaban los árboles. En ese tiempo no eran sino ramas de uno y otro lado del tronco, a los que lo mismo daba dormir parados o de cabeza.

Una noche, en la que crujían de frío porque no tenían con qué cubrir sus ramas, decidieron perversamente desplumar a algunos pericos, guacamayas y quetzales para hacerse un abrigo. Los amates y las araucarias tejían grandes trampas fabricadas con el tule que bordeaba el río y que ahora era la mejor emboscada. Algunos preferían las plumas grandes, como el fresno y el trueno, otros, como las jacarandas, las plumas finas de la cabeza para darse formas de abanico.

Mientras los árboles se adornaban unos a otros, las guacamayas, quetzales y algunas aves más, se arrastraban lentas por la tierra, sangrando de las alas y de los picos.

Durmieron con sus ramas tibias la noche del robo, y cuando el sol rompió la noche ni siquiera se podían mover.

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Ilustración de Silvia Andrade, ENAP-UNAM