Ni en París ni en aguacero…
Ni en París ni en aguacero. Llueve, empero,
en lugares donde nunca moriremos
con las manos en la masa, con los remos
debajo de la cama, suelo y suero.
Corriendo tras la huella del apero,
así nos sobrevienen los amemos
del apócope, buscando en los usemos
un día como es hoy, el balde, el mero.
Será en algún lugar de los coloquios
en donde discutimos las lociones
adecuadas. Allí los dedos muertos,
crispados con monedas. O cubiertos,
debajo de sesenta habitaciones
rodeados de setenta circunloquios.
Capaz
(Halloren 1.4)
I
La conversión de una cosa en dios es un objeto de tiempo
que fuga en lo inmiscuible.
Luna, dime dónde persiste la cabeza de Anna,
porque viene la noche sobre el mundo, y el diluvio
hiende la tierra donde no se debía,
y sólo en el fondo de la certeza habita la ceniza,
y en dónde el esplendor sino en la hermana que llora.
Este río sabe a viaje inexacto.
El único viaje inexacto es éste.
A los demás les falta deriva.
La ropa colgada y torcida en las manos
dice del vientre previsibles verdades,
y el curso.
Y el curso.
Dónde se derrama la sal que a nos convenía.
Allí está la cabaña que construyó el hombre de barba
y luego el otro, que murió muy joven,
y que ahora nos vienen a plantar en las tejas
que separan las cabezas del techo del techo;
dime qué chapas se lleva este viento, dime
dónde se derrama la sal que a nos convenía,
la sal de este mar.
Porque no llega hasta aquí el rumor de perros antiguos,
y entre enormes fachadas y puertas redondas y anchísimas calles
deambula la rosa ambulante, su cabeza ridícula,
sus brazos de espina que quiero para ensartar la carqueja
en la ronda de todas las cosas.
La hemos visto pasar,
perseguido riendo,
sus raíces plisando,
hay humo hasta más no poder.
II
Dónde, me dice la cabecita
con su voz de estrella y sus músculos áureos
que niego tocar porque sí, porque adentro
de toda rojez está el blanco en bolitas.
Vamos hacia afuera, hacia afuera.
Dentro del afuera está el pedazo de tierra
que se abre a los pies, la dicha
en calzoncillos buscada
y rielan los buques
como máscaras.
Todo cajas esto.
Los círculos, las copas, la ropa colgando en las perchas,
la ropa colgando en las llaves,
en los pestillos de ventanas pequeñas y en ciertas canillas ajenas,
la ropa que nunca se tiende a ojos vistas,
la ropa escondida, los círculos, las copas, la ropa colgando a la vista
de las dos siluetas, los pasillos y el recepcionista,
el jabón horadando una losa conspicua, la música
que cambia en el preciso momento en que iba a decirte que
la ropa colgando es un bien sin dudas, es el único bien;
hay alguien que oye y que sabe qué es, hay una persona
que sabe.
La novia con sus setenta vestidos, uno debajo del otro.
Y un dios contra un dios contra un dios,
y un hueco en el bronce donde antes había
¿jade?
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Francisco Tomsich (Nueva Helvecia, Uruguay, 1981). Es escritor, músico y artista plástico. Vive y trabaja en Montevideo. Integra la antología El descontento y la promesa. Nueva / Joven narrativa uruguaya (2008), preparada por el profesor Hugo Achugar. El volumen escrito a cuatro manos con Horacio Cavallo, Sonetos a dos, fue premiado en el año 2008 por el programa Fondos Concursables del Ministerio de Educación y Cultura. Ha publicado traducciones, textos literarios y ensayos sobre arte en libros y en diversos medios periodísticos digitales e impresos. Cofundador el colectivo de divulgación literaria Puntotxt. Integra el equipo el semanario Brecha. Cursa la licenciatura en Letras Modernas en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de Montevideo.
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