Hay un lugar donde el lenguaje es breve todo se llama Dios, sol o lluvia
Un lugar donde la memoria se olvida a sí misma
Allí alzaremos una casa para poblarla de silencio
Sangre tan viva
Al abrir los ojos recordé la muerte
Ella acechaba el refugio
transparencia de mi madre
—La muerte habita la memoria blanca Y en la transparencia están los restos del naufragio
*
Reconocer las palabras que me nombraron
Y renovarlas con un minuto blanco de silencio
Y volver hacia donde ya no queda nada
—¿Volver? —Lo frío del recuerdo quemaría tus pasos
*
Y vuelven tus pechos
A posarse en la cima de mis manos
—Tu cuerpo me servirá para atravesar el tiempo
En la noche oscura ascenderé a él
hasta caer derrotado
—En la húmeda cima de tu cuerpo deja de respirar la muerte
*
¿Por qué cometiste ese error, Caín?
¿por qué no acabaste
con los demás de una vez por todas?
*
Pronto brotará la voz
que en medio del hastío
salvará mi muerte
—La sangre del suicida Canta al amanecer
Su canto es un coágulo
Que resplandece mientras dura el desastre
*
El sol más hermoso germina sólo
En la memoria del suicida
—Ni todos los soles ni todos los cantos ni las aves o los ángeles verán jamás brotar sangre tan viva en mitad de la muerte
*
El desastre es el lugar de la oración
derrumbemos las cúpulas vacías
para mirar el cielo
—Lo que se ha salvado del destrozo no vale la pena
—Hay que caer de rodillas y arrastrarse a la salvación
*
Qué decir cuando se ha acabado el canto
pero hay tantas voces por nombrar
y tanto camino por delante
—Tantas manos desgarrando nuevamente el cráneo maduro del insomnio y esta mi sangre que vuela desde la herida para habitar mi garganta
Ten piedad de aquel herido
que se ha quedado sin palabras
*
No vuelve su cara el espejo
su cínico envés delata mi ausencia
Todo es más fácil en la sencillez
no es necesario trastornar el infinito
Aun al final mirando atrás
hasta no encontrarme con mi rostro
*
No bastará con destruir los lugares que habitamos
con quebrar los engranes del tiempo
quedaría aún el viento flotando,
con todas sus respuestas ocultas,
llenas de dioses e invisibles geometrías
Si bastara algo más,
no quedaría otra cosa
que acabar con nosotros en silencio
*
En ese ir y venir en uno mismo
cuando la noche oculta
las cosechas o las desnuda
es hora de mirar el rostro
que nos amordaza al despertar
Víbora que muda nuestra piel
cuando callamos
Seremos uno al recordar
uno que habitó el olvido
*
Lo siento, no pediré perdón
No debí acariciarle a Dios el rostro
con manos que no eran mías
Es cierto, no hay nada más allá
de lo que no nos pertenece
Sólo el amor hace visible
lo que la muerte vuelve transparente
De Herida blanca
Pablo A. Graniel. Integrante del taller literario del Instituto Tecnológico Superior de Comalcalco. Ha sido becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Tabasco en dos ocasiones. Sus poemas y traducciones han aparecido en diversos medios especializados. Ha publicado Primer aviso (Monte Carmelo, 2000), Oscura confidencia (Monte Carmelo, 2004) y Una herida blanca (Monte Carmelo, 2007). Ganó los primeros Juegos Florales de Villahermosa en 2004 y el Premio Latinoamericano de Poesía Benemérito de América en la categoría estudiantil en 2005.