Pareciera que quebramos la misma piñata
que nos colgamos los mismos picos en el cuerpo
y que los dulces que caen fueron aquellos
que compartimos en el patio de la escuela
porque son los mismos chistes
que nos servimos en el vaso
bebemos la gracia de no contestar el chat
y pasamos el tamal con la amargura
de adultos jóvenes que hablan de deudas
horas extra y noches de desvelo
que antes sólo querían salvar el semestre
pudrirse en el verano vacacional en sus camas
salir a tomar y recorrer el pueblo
tantas veces como peregrinación
sin ningún rumbo sin propósito
quizá ir a trepar el cerro más cercano
cruzar la carretera
para quemarse bajo el sol y existir
uno al lado del otro
reír hasta tener la sensación de ahogo
por aquellos mismos chistes
que ahora se mitigan de futuro
con desesperanza entre alcohol barato
y la energía intermitente
de seguir existiendo.